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No sabría decir si fue por el hambre, no sabría tampoco decir si fue el tiempo, la ocasión, tampoco sabría decir si fue la esmerada preparación, con la técnica propicia para llegar al punto perfecto, no sabría decir tampoco si se debió a que el clima soleado transmitía ansias de aperarse de un buen trozo; no tengo la respuesta. Lo que sí debo decirles es que ayer me comí el mejor filete de carne de res de los últimos decenios. Fue en La Urbana, mientras ponían Alessia Cara como música de fondo, luego de ver los Tes cerrar al 6.16% y antes de leer que Standard & Poor’s bajó el rating a largo plazo y en moneda extranjera a Colombia de BBB a BBB-. Qué tan malo eso sea para el mercado ya lo veremos hoy. El hecho es que bajaron la calificación, eso es lo objetivo. Ya lo malo o bueno que se perciba será pues lo subjetivo.
Lo subjetivo, sí. Ese juicio fue el que me llevó a galardonar ese pedazo de carne como el mejor. Claro, tenía acompañamientos, como todas las cosas de la vida. Ahora hay mucho evento navideño, con buñuelos y nochebuena, eventos en los que siempre me parecerá gracioso ver niñas disfrazadas con bigote y barba, haciendo de personajes masculinos. Así será toda la vida, y fantástico por demás que así sea toda la vida.
Es la navidad, con cierto balance más hacia lo gastronómico que a lo financiero. Aguinaldos, pajita en boca, bajas de calificación y libros de suspenso. Luego les hablaré más de esto. Por ahora solo les digo que estoy muy enganchado con «Escrito en el Agua» de Paula Hawkins.