Dejaré de lado los ensayos que he estado leyendo, todas esas peroratas sobre los críticos de arte, tantas teorías sobre el porqué la literatura es el más interesante y complejo de los artes, dejaré temporalmente a un lado el gran postulado que se refiere a que la belleza es el símbolo de lo símbolos, dejaré todo a un lado y les comentaré una situación. Hace poco alguien me preguntaba sobre el hecho de compartir y exteriorizar conocimientos. Siempre he pensado que las conversaciones son altamente sobrevaloradas y por ende priman por encima de una escritura o de algún otro tipo de comunicación. Lo oral sobre lo escrito, algo que no siempre tiene por qué ser así.
El interlocutor, dando su opinión, me decía que absorber tanta información y no exteriorizarla no era bueno, ya que quedaba ahí el ciclo y no se dispersaba hacia los demás. Se refería a las conversaciones. Sin embargo, comunicar por medio de la enseñanza, no solo por las simples e improvisadas conversaciones, comunicar por la escritura en vez de la charla, todo eso es también una forma de difundir conocimiento. Difundirlo a la manera de cada quien. Si al leer esto sonríen levemente, estoy ya aportándoles.
Si en una clase de 20 personas, a una le queda la inquietud sobre un libro, hay un avance en la sociedad. Si en un blog que llega a mil personas, hay dos mozalbetes que me preguntan sobre algún término, ahí he dejado huella. Y qué bello es dejar huella. Por lo tanto, asentí y continué mi inmersión en la literatura de James Baldwin, una literatura que me está generando varios interrogantes: ¿porqué el protagonista está en la cárcel?
Me gusta preguntarme muchas cosas, mirar revistas, libros y realizar serendipias y asociaciones entre ellos. Varios simultáneos, sentimientos simultáneos.
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