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La verdad no entendí qué ocurrió el viernes. Todo estaba tranquilo y luego de la nada se desataron ventas, haciendo que los tasa fija se subieran 4.6 puntos básicos y en especial los UVRs del 2027 se subieran 8 puntos. ¿Porqué? Uno aquí solo puede describir las cosas, porque en últimas las razones no las tiene; uno puede ver tendencias para atrás macro, en series grandes de tiempo, y decir algo como: “claro, en 2022 por temas electorales y riesgo-país los bonos bajaron de precio”, sí, claro, pero en el día a día, pueden bajarse estrepitosamente y al otro día, con mil datos, puede que no ocurra nada. Todo se ajusta luego, pero como en una trocha, hay tramos lisos, otros arenosos y otros pedregosos. Así que, si las cosas estaban calmadas y vendieron, tal vez precisamente fue por eso: porque las cosas estaban calmadas. Es más fácil entrar a una unidad a las 4am cuando todos duermen, que a las 12 del día en pleno sol. A esa hora es más difícil que importar gas desde Catar. Obvio, cuando las cosas están feas pues es más difícil vender. En fin, solo me quedo con que hoy estoy vivo y mañana no sé, mañana de pronto no: ese es mi motto, mi leitmotiv. Con dólar a 4.101 y Tesoros al 4.28% le damos la bienvenida a la semana, además con una de las mejores cosas: la adaptación de Netflix de El Gatopardo, un bello libro, tal vez uno de los libros póstumos más importantes de la historia contemporánea italiana, escrito entre 1954 y 1957 por Giuseppe Tomasi di Lampedusa. Yo disfruté mucho el libro, se me embolató, y ahora ver la serie es algo hermoso. Es ambientado en la confusa, fragmentada y aun no formada Italia de 1860. Qué cosa con los libros póstumos, qué triste para el autor no haber visto el éxito, o pues verlo sonriendo desde allá desde el cielo, con angelitos y nubes. Quien quita que con mi libro Osias y Laura pase mismo, quién sabe.

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