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La organización se constituyó por la iniciativa de Humberto Jiménez Giraldo. Él, un químico farmacéutico, había ejercido durante 12 años en el hospital San Vicente de Paúl donde inició la planta de sueros. Se retiró de allí para fundar los laboratorios en 1959 a partir de la problemática que había de anemia en ese momento.

Margarita Jiménez y Laura Cristina Peñalosa siguen al frente de Laproff

Margarita Jiménez y Lucía Cristina Peñaloza siguen al frente de Laproff. Foto Cámara Lúcida.


El relato, lleno de orgullo, es de su hija Margarita Jiménez, directora general de Laboratorios Laproff, para explicar que la compañía tiene más de 60 años por contar y desde un principio respondió a un factor que enseñan en todas las universidades o centros de estudios a quienes quieren emprender: identificar una necesidad en el mercado.

Y no solo identificaron una necesidad, también lograron un objetivo superior desde que concibieron la idea de lo que sería este laboratorio al servicio de la gente: salvar vidas. Su misión era encontrar la solución para la anemia, uno de los mayores problemas de salud de la época

Las capacidades de don Humberto eran muchas. Su espíritu innovador se notaba en cualquier actividad que desarrollaba. Fue tal su entrega al trabajo que su prestigio creció muy rápido entre los médicos de la ciudad quienes le pidieron desarrollar un medicamento para los problemas de salud que se vivían.

El reto de hacer un producto colombiano

Si bien ya existía una cura para la anemia, el medicamento se importaba desde Alemania y eso significaba unos costos que muchas personas no podían asumir. En Laboratorios Laproff tenían el reto de hacer un producto 100% colombiano.

“El medicamento traído de Alemania a veces escaseaba. Mi padre empezó a producir sulfato ferroso e hizo las primeras investigaciones con los médicos y pacientes del hospital San Vicente de Paúl y de ahí se unió con algunos médicos y empezaron a trabajar en otros medicamentos”, agrega Margarita.

Superado el primer reto empezaron a llegar personas que contribuyeron al crecimiento de la organización y al desarrollo de nuevos medicamentos que mejorarían la calidad de vida de muchísima gente.

Una de esas fichas claves en el rompecabezas fue el ingeniero químico Rodrigo Peñaloza Arias quién acompañó a don Humberto Jiménez cerca de 45 años.

“Toda la actividad industrial se tenía en Sabaneta. Allí también estaba la planta de sulfato ferroso que era la materia prima. El proceso era muy bonito, casi nadie creía que la sal de sulfato ferroso fuera producto de una reacción química entre el hierro y el ácido sulfúrico. Para esa época era algo muy innovador y sorprendente”, dice la hija del fundador de Laboratorios Laproff.

Enfrentar el mercado farmacéutico y adaptarse al contexto

Laproff nació con la idea de solucionar una problemática interna: la falta de un medicamento en Colombia. Pero eso no se traducía en que serían los únicos que iban a producir ese medicamento. Su principal competencia eran las multinacionales que ya lo producían y que, obviamente, tenían un músculo financiero mucho mayor.

“Llegaron momentos difíciles porque competir con mercados tan sólidos es muy difícil desde todo punto de vista. Las grandes multinacionales pagaban hasta en dólares a sus empleados para que llevaran los medicamentos a los médicos, tenían estudios científicos de firmas internacionales. Fueron días complejos”, relata Margarita.

Durante varios años los laboratorios que recién se consolidaban en el mercado tuvieron altibajos, fueron muchas las barreras que superaron en todo el proceso empresarial, desde la materia prima hasta la realización de un producto final.

Entre 1995 y 1999 el Estado empezó un trabajo enorme en la normalización de los lineamientos internacionales para las buenas prácticas de manufactura. Si bien a largo plazo era una gran ventaja para los laboratorios, en un principio fue una gran dificultad porque eso demandaba realizar unas adecuaciones que acarreaban grandes gastos.

“Poco a poco se fueron implementando esas buenas prácticas para cumplir con la regulación del Estado. Cuando vino la ley 100 en 1993 con la cual se empieza a gestar en la Constitución el derecho de toda la población a la salud, se dio un gran impulso a la industria nacional de los fármacos”, dice Margarita.

Una gran oportunidad para las empresas colombianas

Con esa ley se planteaba la obligación de suministrar, en un plan de salud, los medicamentos básicos para las personas. Con esto, las empresas colombianas tenían una gran oportunidad pues iban a empezar a competir en igualdad de condiciones con las grandes industrias e iba a primar la cantidad y no el lobby que hicieran las multinacionales con los médicos.

“Nosotros ahí entrábamos a competir con buenos medicamentos genéricos en la gran compra del Estado en el Sistema Nacional de Salud. Así fue como, a partir del año 2000, empezamos a dedicarnos a hacer medicamentos genéricos, a enfocar el portafolio en productos de mayor consumo con el fin del servir a la comunidad con alta calidad”, comenta Margarita Jiménez.

Una empresa que no sepa leer los entornos en los cuales se mueve, es una empresa que difícilmente se sostendrá en el tiempo, y si lo hace, pasará por muchas dificultades. Laboratorios Laproff supo entender el contexto por el cual se movía y salir adelante.

“En el año 2000 también hacemos el cambio de tecnología.. En esa época todas las organizaciones veían un gran reto en pasar de 1999 al nuevo milenio. Nosotros, como uno de nuestros lineamientos estratégicos, implementamos tecnologías de la comunicación para trabajar de una manera más eficiente y eficaz. Eso nos trajo grandes oportunidades como laboratorio”, cuenta la hija del fundador.

De fundadores a herederos, así se sostuvo el ADN de la empresa

Las organizaciones tienden a cambiar en maneras de trabajar, de enfocar sus productos, de entablar relaciones con el mercado y demás aspectos; sin embargo, cuando las empresas pasan de una generación a otra, se conserva el espíritu, los principios y valores, y el norte que se trazaron los fundadores.

“Nuestros padres siempre pusieron por delante los principios de unidad, trabajar por la gente, responsabilidad, tenacidad y trabajo en equipo. Con eso nos entregaron la organización y nosotros seguimos esos parámetros con compromiso y orgullo. Queremos generar empleo digno, trabajar con honestidad y generar más y mejores oportunidades para la gente”, dice Margarita Jiménez convencida de que están haciendo las cosas bien.

Desde la fundación de la empresa estos valores se han mantenido. Las hijas de quienes iniciaron con los laboratorios fueron testigos de como estos ponían en riesgo su capital, de cómo sacrificaban vacaciones, fiestas navideñas y otros gustos para cumplir con las obligaciones contractuales de sus empleados.

“Nos tocó pasar algunas necesidades porque lo primero era asegurar los salarios de los empleados. El principio más grande y el legado más significativo fue construir una empresa que hace todo por el bien de la gente y para la gente, desde sus públicos internos hasta sus públicos externos”, agrega Margarita Jiménez.

Lucía Cristina Peñaloza y Margarita Jiménez siguieron con el deseo de sus padres de formar empresa. Estas dos mujeres hoy son la cabeza de lo que don Humberto y don Rodrigo crearon. Además, conservan ese respeto que ambos se tenían y trabajan bajo la filosofía de sumar y sumar para lograr grandes resultados.

Este es un fragmento del capítulo sobre Laproff en mi libro Historias de Negocios Altamente Inspiradoras, volumen 8, disponible en este link de en la Librería Nacional.


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Les dejo este video en el cual las directivas de Laproff nos hablan sobre su propósito superior.

 

 

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