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Cada vez es más común escuchar voces en contra del plástico. Tenemos casi un consenso de lo inútil que resulta en ciertos usos y de los costos ambientales de su omnipresencia. Pero, ¿todo es tan malo?

plastico

La plasticidad es una propiedad de ciertos materiales, que hace referencia a la capacidad de deformarse sin romperse, y es la palabra que dio origen al nombre genérico de una serie de materiales, de origen natural o sintético, que hoy por hoy hacen parte de nuestra vida. En los últimos cincuenta años se ha disparado la producción de esos productos que denominamos plásticos, llegando a ser producidas más de 350 millones de toneladas anuales en el mundo.

Esta industria está presente en casi todos los sectores productivos, a través de envases, empaques, soportes o incluso piezas fundamentales de artículos vinculados a nuestra vida moderna, como los vehículos. Un automóvil normal tiene entre 100 y 200 kilogramos de diversos plásticos en su composición.

Así mismo, el plástico ha dado vida a muchas industrias especializadas alrededor del mundo y, por ende, a muchos empleos: solo en Colombia la producción de plásticos genera más de 200.000 empleos directos, según cifras de Acoplásticos.

“Solo en Colombia la producción de plásticos genera más de 200.000 empleos directos, según Acoplásticos”.

Ahora bien, según las Naciones Unidas, de seguir con la actual forma de uso y consumo desecharemos tales cantidades de plástico, que para el año 2050 habrá en peso tantos peces como plástico en los mares. Las cinco o seis islas de plástico que se han generado en los grandes océanos del mundo son resultado de las corrientes marinas que arrastran toda nuestra basura continental hacia unos puntos particulares.

Son esos millones de toneladas de material plástico que llegan al fondo marino los que amenazan los ecosistemas de las profundidades como los manglares, pero también a toda la fauna marina (desde el zooplancton hasta las grandes ballenas, pasando por pájaros, tortugas y, obviamente, peces). El plástico parece que destruye nuestro mundo.

La lógica parece indicar, entonces, que debemos prohibir el plástico. Sin embargo, sería una decisión muy radical, porque implicaría renunciar a computadores, vehículos, aviones, televisores y, en general, a mucha de la tecnología con la que hoy convivimos. Así que la salida debería ser crear impuestos a su uso, como ocurrió con los impuestos a las bolsas que existen en Colombia, y que permitió al Gobierno recaudar $14.510 millones a junio de 2018. No obstante, se sigue consumiendo plástico, se sigue pagando y se sigue contaminando.

Por estos días, una iniciativa que buscaba hacer obligatorio el uso de recipientes biodegradables en todos los establecimientos comerciales que ofrecieran alimentos empacados en Colombia tuvo ponencia negativa en el Congreso de la República. Así mismo, continúa su camino de debates la ley que busca prohibir el plástico en productos de un solo uso (bolsas, botellas, vasos y platos desechables, pitillos, etc.).

La pregunta es: ¿acaso el problema es per se del plástico, y no del uso que le estamos dando y del manejo del material después de su utilización? Las fibras plásticas, que son muchas y diversas, son muy buenas para ciertos usos; particularmente, las que se derivan del petróleo (polietileno, polipropileno, PET, entre otras) pueden durar sin degradarse cientos de año… entonces, ¿qué tal si las usamos de forma correcta en cosas que deban durar cientos de años?

“¿Acaso el problema es del plástico y no del uso que le estamos dando y del manejo del material después de su utilización? Las fibras plásticas son muy buenas para ciertos usos”.

Satanizar el plástico no es la solución. Esta industria es un motor de generación de desarrollo económico alrededor del mundo, y muchos humanos dependen económicamente de esos empleos. Pero usar el plástico para productos que estén acordes con sus propiedades, investigar sustitutos que sean degradables y, sobre todo, generar una conciencia real sobre nuestros patrones de consumo, sí pueden ser la salida. No son las leyes las que nos salvarán, sino los actos pensantes de esos seres que hace unos años nos autodenominamos Homo sapiens.

 

José Alejandro Martínez
Director del Departamento de Sostenibilidad
Instituto para el Emprendimiento Sostenible
Universidad EAN

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