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Mucho se ha especulado sobre el futuro de la economía en Latinoamérica y el mundo, sobre todo en la posibilidad de migrar totalmente a una economía digital soportada en una criptomoneda que sustituya las funciones del dinero físico y facilite las transacciones de compra y venta de bienes y servicios, e incluso que sirva para optimizar los recursos gubernamentales en todos los niveles.

El Bitcoin, entendido como el hijo preferido y más reconocido del blockchain, es el que lidera el mercado digital de monedas y se posiciona como el elegido para protagonizar la nueva economía, dadas sus características similares al dinero de papel, sumado a la ventaja de no depender de ningún gobierno ni de ningún banco central, es decir, funciona sin la necesidad de un administrador que controle la emisión y provoque desequilibrios en la economía.

En este sentido, el Bitcoin se pinta como la solución a varios problemas: a) pretende atacar los altos costos transaccionales que cobran los bancos por la utilización del dinero; b) evita la impresión caprichosa de dinero por parte de los gobiernos, ayudando al control de la inflación, y c) se convierte en un arma letal para quitar del medio a los bancos e intermediarios financieros y permitir las operaciones monetarias libremente, incluidas las remesas que alimentan a miles de familias en América Latina.

«Las bondades del Bitcoin son evidentes y permiten visualizar el futuro de la economía latinoamericana como un escenario donde brille la moneda digital»

De tal forma, se traduce en beneficios para la sociedad a través de la disminución de costos, la prevención del delito por hurto de efectivo y como estrategia para acabar con la corrupción. Además, permite el rastreo de cada una de las transacciones de los ciudadanos, haciendo más eficiente el control fiscal y el recaudo de impuestos.

Las bondades del Bitcoin son evidentes y permiten visualizar el futuro de la economía latinoamericana como un escenario donde brille la moneda digital, una criptoeconomía que adopte una política económica basada únicamente en la formulación de política fiscal y renunciando a la política monetaria, siguiendo la misma línea de la implementación de una moneda extranjera como moneda oficial, tal como se ha hecho en varios países con el dólar y que ha favorecido el comportamiento de sus economías, por ejemplo, Ecuador, Panamá y El Salvador.

A propósito de El Salvador, vale la pena recordar que hace un par de semanas inició su transición al Bitcoin, un hecho sin precedentes en Latinoamérica. Acto seguido, varios países de la región manifestaron su interés en migrar definitivamente a monedas digitales: Brasil, Nicaragua, Argentina y Paraguay; esto aunado a los intentos preliminares de algunos otros países como Venezuela, que ha creado su propia moneda digital, como el «Petro».

El crecimiento de los criptoactivos, las criptodivisas y el volumen de Bitcoin en países latinos es indiscutible. Según las estadísticas del Observatorio Económico Latinoamericano y Coin Dance, Colombia es el país con mayor volumen de criptodivisas (45%), seguido de Perú (13%), Chile (12%), México (11%) y Brasil (11%); asimismo, el volumen de Bitcoin es liderado por Venezuela (47%), por delante de Colombia (21%), México (8%), Perú (7%) y Brasil (7%), lo que permite evidenciar un interés particular de los gobiernos y el público por el fenómeno cripto.

En conclusión, este escenario que experimentan los países latinos permite vislumbrar el inquebrantable salto del Bitcoin como el primer eslabón a la criptoeconomía, a través de la utilización de la tecnología blockchain, de tal manera que permita alinear los comportamientos económicos de todos los actores, gobierno, empresas e individuos, para reorganizar y dirigir de forma disruptiva y sostenible el futuro de los estados de América Latina.

 

 

Juan Carlos Rivera Rueda

Embajador y director del programa de Economía

Facultad de Administración, Finanzas y Ciencias Económicas

Universidad Ean

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