Lo que veremos en los meses venideros en materia de desempleo en Colombia no tiene precedentes en la historia reciente. Si bien es cierto que se deben tomar medidas para disminuir la propagación masiva del COVID-19, no se puede desconocer que acciones como el aislamiento generarán impactos económicos inesperados.
Las cifras de desempleo que reveló el Dane para febrero nos muestran la situación antes del fenómeno del coronavirus: 3 millones de personas sin empleo (12,2 %); 65.000 personas menos ocupadas; 101.000 desocupados más con respecto a febrero de 2019; y un incremento significativo de 464.000 personas que se consideran inactivas o que no están buscando laborar.
Estos datos solo corroboran (una vez más), lo que hace varios años se ve en Colombia: un mercado que tiene problemas estructurales de oferta y demanda de trabajo. Estamos hablando de una cifra que va a dejar de ser relevante en marzo y en los meses posteriores si tenemos en cuenta el impacto que van a tener las medidas de prevención del coronavirus en la economía colombiana y mundial.
Si bien es difícil estimar qué nos espera, pues se trata de un fenómeno que no había sucedido en el mundo y los efectos en el mercado laboral son difíciles de pronosticar, un gran número de analistas coinciden al afirmar que la economía entrará en una gran recesión, llevándonos inevitablemente a la generación de un importante incremento en la tasa de desempleo, el cual se verá reflejado inmediatamente en las cifras que revele el Dane para el mes entrante, cuando seamos testigos de un índice por encima del 13 % (el cual ha sido el más alto en los últimos años), un incremento que, además, será mucho mayor en los meses posteriores. Más que un fenómeno directamente influenciado por el fenómeno del COVID-19, estos resultados mostrarán la situación compleja y deficiente del mercado laboral colombiano, y que responden a:
Primero: somos un mercado informal de trabajo y el fenómeno de las medidas del COVID-19 recae directamente sobre este sector. Las personas que trabajaban en la informalidad, como meseros, entrenadores de gimnasio y vendedores de calle, entre otros, están confinados en sus casas sin recibir dinero y sin posibilidad de conseguir empleo, o al menos buscarlo, porque no pueden salir. Ellos representan el 45 % de la población ocupada en Colombia (según el Dane, aunque otras estimaciones dicen que es más), de la cual una buena parte ha quedado sin empleo por cuenta de as medidas de aislamiento del COVID-19.
«Es difícil estimar qué nos espera; sin embargo, un gran número de analistas coinciden al afirmar que la economía entrará en una gran recesión, llevándonos inevitablemente a la generación de un importante incremento en la tasa de desempleo».
Segundo: muchas pequeñas y medianas empresas se han visto afectadas por las medidas del COVID-19. Las empresas que producen bienes no esenciales para la economía o trabajan en sectores como el turismo han tenido que cerrar sus negocios o tomar medidas laborales desde el comienzo del aislamiento nacional. Algunas personas tendrán capacidad para mantener sus negocios cerrados un par de meses, pero hay empresas que no estaban preparadas para este tipo de coyuntura y tienen que buscar medidas para reducir costos y aminorar el impacto. Quienes trabajan en dichas compañías perderán sus empleos y muchos empresarios tendrán que buscar trabajo.
Tercero: el consumo y la producción van a disminuir por el COVID-19. La economía de Colombia ha crecido vía incrementos en el consumo. Las medidas para apaciguar el impacto del coronavirus van a ralentizar el consumo de los colombianos, generando una disminución en la producción de las empresas, lo que hará que se vean en la necesidad de aminorar los salarios (como lo proponen los gremios) o tener que despedir trabajadores. Si la medida continúa varios meses, como han propuesto dirigentes, médicos y otros actores de la realidad nacional, las empresas cerrarán o disminuirán su producción y habrá más desempleados.
Finalmente, y por si fuera poco, hacemos parte de una sociedad donde los desempleados no tienen seguros de desempleo ni mecanismos de seguridad social que apacigüen el impacto económico. Las medidas propuestas por el gobierno distrital y los gobiernos nacionales pueden demorar meses para ejecutarse y son susceptibles de caer en la corrupción burocrática. Son muchas las personas que no pueden trabajar a causa del aislamiento.
No estoy diciendo que no se deben implementar las medidas para aminorar el COVID-19, pero se debe entender que el impacto en el desempleo en Colombia puede ser grande. Por eso, al desempleado en Colombia le queda la frase coloquial “al caído, caerle”.
Devis Sarmiento Forero
Profesor del Programa de Economía
Universidad Ean
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