“Facultades y universidades castigan las enfermedades psiquiátricas, cuando en realidad deberían amparar a sus estudiantes […mientras, yo…] no paro de preguntarme qué es lo que he hecho mal”. Dice Esmé Wang, autora de la novela Todas las esquizofrenias, de un paso fallido por la prestigiosa universidad de Yale.
Llevo cerca de dos décadas siendo profesor de Psicología. Casi dos décadas diciendo a mis estudiantes que los locos no existen. Que enfermedad o trastorno mental no son conceptos científicos, sino eufemismos para la ignorancia o para el prejuicio sobre un supuesto deber ser del comportamiento.
Todo este tiempo insistiendo en que la clave es abandonar la lógica de siglos frente al problema y gestionar correctamente espacios para la inclusión. Espacios en que quienes educan, y gestionan el talento humano en general, sepan asumir de manera respetuosa e informada lo que podríamos llamar la ‘diversidad psicológica’.
Diversidad que en ningún caso es trastorno, enfermedad y mucho menos discapacidad. Y en realidad, ni siquiera neurodiversidad. Diversidad que es la simple variedad conductual para la que venimos equipados. Diversidad que es siempre comportamiento normal, porque es natural: son nuestras propias tendencias de individuación encausadas por circunstancias y entornos únicos de vida.
Se trata pues de aquello que hacen y sienten seres humanos con diferentes puntos de partida, diferentes experiencias y posibilidades. Todos dignos de respeto, de participación social, de evaluación y de habilitación justa y diferenciada.
Ahora, no solo sigo siendo profesor de psicología. Soy el director de programas de posgrado vinculados con educación, lo que significa una gran oportunidad para llevar el mensaje. Para dialogar con quienes están a cargo de gestionar procesos de formación en cualquier ámbito, y para mostrar la enorme responsabilidad que nos convoca al respecto.
Una oportunidad para mostrar que la diversidad psicológica es seguro el reto de inclusión más complejo que hemos de enfrentar si es que en realidad queremos cambiar las cosas, porque Esmé y todas nuestras Esmé, nunca hicieron nada mal.
Escrito por: René Bautista, director de la Especialización en Psicología de la Universidad Ean
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