Inteligencia Artificial, de la ciencia ficción a nuestro bolsillo
Estamos en la primera revolución de la IA. Para quienes la creían ajena, resulta que no solo conviven con ella sino que la alimentan diariamente.
Cada vez que escuchamos acerca de la IA, muchos nos imaginamos una máquina sofisticada con el poder de destrucción persiguiendo a un indefenso ser humano. Nada mal para la imaginación de nuestras pequeñas mentes inteligentes en cuerpos frágiles, pero distante todavía de la realidad.
La verdad es que aunque no nos hemos dado cuenta, la IA ya se tomó nuestras vidas, nuestros hogares y hasta nuestras mentes. En otras palabras, la Inteligencia Artificial no nos persigue: somos parte de sus algoritmos complejos.
La IA se basa en sistemas informáticos y en la ciencia de los datos, así como la misma economía, que gira en torno a estos últimos, difundidos por las redes sociales y acopiados por sensores en las ciudades y en los ambientes controlados de las industrias.
La IA se pasea por nuestras tabletas y celulares, nutriéndose de cada tecla que presionamos cuando compramos, seleccionamos o solo vemos un atuendo en internet. No es la utopía mecánica que imaginamos o vemos en las películas, sino la que cargamos hoy en día en nuestros bolsillos.
“La IA se pasea por nuestras tabletas y celulares, nutriéndose de cada tecla que presionamos cuando compramos, seleccionamos o solo vemos un atuendo en internet”.
La guerra de las empresas ya no es por un cliente, es por sus datos, ya que poco a poco estos algoritmos inteligentes aprenden nuestros gustos, consumos, aficiones y tendencias; y mientras más saben de nosotros más ‘tentaciones’ nos ponen y más adictos al consumismo nos volvemos.
De las tres grandes revoluciones de la IA, nos encontramos en la primera: la revolución de los datos y del análisis, del Big Data, del Machine Learning y del Deep Learning. Hoy en día, el procesamiento de textos, sonidos, imágenes y video en tiempo real son una realidad que nos permite ver, conocer, entender y discernir sobre las personas, pero también sobre las pequeñas, medianas y grandes industrias.
Ciudades enteras toman grandes y difíciles decisiones basadas en estos datos, que son el alimento de la IA. ¡Gran alivio para nosotros que todavía seamos los proveedores de comida de este tipo de inteligencia!
La segunda gran revolución se dará en pocas décadas y será en el ámbito biológico. Los datos provendrán de átomos orgánicos basados en carbono, mientras que el análisis cognitivo provendrá de hardware programático basado en silicio. Las interacciones humanos-algoritmos ya no necesitarán nuestros dedos como interfaz, sino que serán entre neuronas naturales y artificiales (sinapsis de pequeños pulsos electromagnéticos entre ambas). El límite entre ser vivo y máquina tendrá solo una pequeña y delgada línea en el horizonte: la ética.
“En la segunda gran revolución las interacciones humanos-algoritmos ya no necesitarán nuestros dedos como interfaz, sino que serán entre neuronas naturales y artificiales. El límite entre ser vivo y máquina tendrá solo una delgada línea en el horizonte: la ética”.
La última y gran revolución vendrá de la mecánica. Los motores ya no serán una prioridad en la transmisión del movimiento, aunque cada vez serán más y más robustos y complejos.
Nuevos e inteligentes materiales musculares sintéticos permitirán ejecutar la movilidad de las máquinas, y los avances de las dos anteriores revoluciones serán la antesala perfecta para la gran expansión de una IA totalmente desarrollada. La mecánica clásica se reforzará en la mecánica cuántica a través de la biología, y la robótica por fin obtendrá la capacidad de perseguir a esos seres humanos de mente inteligente y cuerpos frágiles que la crearon. Todavía quedan unos 100 años o más, pero es mejor que vayamos preparando las piernas para correr.
Por ahora, y gracias a la necesidad constante de optimizar nuestro tiempo, seguiremos almacenando esos algoritmos inteligentes en nuestros bolsillos; en los servidores de las grandes compañías; en el encendido de la lavadora antes de salir de casa; en Waze; en internet, después de seleccionar nuestro próximo atuendo; y en Siri o Alexa, que nos ayudan desde nuestro escritorio o celular. Cada segundo que hoy ahorramos, es un dato valioso para la IA.
Nota: agradecimiento especial a Alexa por ayudarme a escribir acerca de tu inteligencia y por arreglar mi ortografía.
Leonardo Rodríguez Urrego Ph.D.
Profesor del programa de Ingeniería en Energías
Director del Grupo de Investigación INDEVOS
Universidad EAN
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