Ante el dilema natural de creer o no en los resultados de las encuestas, sobre todo en época electoral, un estadístico nos muestra la otra cara de la moneda.
Son numerosos los ejemplos que podemos citar de situaciones inadvertidas, o simplemente de resultados completamente diferentes a los esperados según las encuestas o consultas realizadas en múltiples situaciones.
Es normal escuchar que en países del primer mundo no existen grandes diferencias entre lo observado en las pesquisas y el resultado final. Sin embargo, basta recordar el Brexit en el Reino Unido. La pregunta planteada a los británicos fue simple: «¿Debe Reino Unido seguir siendo parte o no de la Unión Europea (UE)?». Recordemos que los resultados de dicha consulta fueron que el 51% de los votantes apoyó el Brexit, contrario a los sondeos realizados a lo largo del año anterior, los cuales arrojaron resultados totalmente opuestos.
Este tipo de escenarios no solo provienen del Antiguo Continente y ya se ha dicho en otros escenarios. En las pasadas elecciones presidenciales de Estados Unidos, cuando las encuestas anunciaban a Hillary Clinton como la futura presidenta, Donald Trump permanecía inmutable ante dichos pronósticos, y luego de los comicios se posesionó como ganador de las mismas.
En este momento, en tiempos de gran conmoción para el país, que está a tan solo un par de días de las elecciones presidenciales, es innegable que estas mediciones juegan un papel preponderante y, en muchos casos, son utilizadas como referencia por distintos candidatos, no solo porque motivan decisiones en sus campañas, sino porque pueden influir en el voto de los ciudadanos y alentar a los más apáticos.
Es precisamente en este momento en el que nosotros, los ciudadanos del común, nos encontramos ante el dilema natural de creer o no en dichos resultados y dejarnos influenciar o no por dichas predicciones. Y es ahí cuando me siento parte del famoso meme que circula en las redes sociales: “Mijo, usted que es estadístico, ¿le creo o no a los resultados de las encuestas?”. La respuesta puede resultar igual de desalentadora: sí y no.
“Es ahí cuando me siento parte del famoso meme que circula en las redes sociales: ‘Mijo, usted que es estadístico, ¿le creo o no a los resultados de las encuestas?’. La respuesta puede resultar igual de desalentadora: sí y no”.
Hetereogeneidad vs. herramientas de medición
Pero, ¿a qué se debe esta respuesta vacilante para un tema tan importante? Cuando Bernoulli y Poisson formularon lo que en un contexto teórico se conoce como ley de los grandes números, base de la inferencia estadística, no se imaginaron que un par de siglos después utilizaríamos ese principio para predecir sobre los resultados de una elección presidencial.
De esta forma, la teoría ofrece las herramientas necesarias para elaborar un diseño muestral óptimo, que permite estimar con precisión estadística los resultados de una elección presidencial. Así que, teóricamente, contamos con procedimientos mediante los cuales realizar una predicción bajo niveles de error aceptables, que se traduciría en que acertaríamos fácilmente la opinión popular manifestada en las urnas.
Entonces, ¿qué pasa?, ¿por qué en muchas ocasiones no coinciden las estimaciones y los datos reales? Como es bien sabido, el tamaño de muestra está relacionado directamente con la variabilidad inherente a los individuos. Es decir, entre más homogénea sea la población, menor cantidad de muestra requerida para realizar la estimación; por ejemplo, para una prueba sanguínea no necesitamos investigar los aproximadamente 5 litros de sangre de un adulto, basta con una pequeña muestra para que los resultados ofrezcan una alta precisión.
Pero volvamos a nuestra discusión: ¿Necesitamos unas cuantas encuestas para lograr medir la opinión nacional? ¿La población posee una opinión lo bastante homogénea como para abordar el tema de manera simple y directa? La respuesta en ambos casos es no.
“¿Necesitamos unas cuantas encuestas para lograr medir la opinión nacional? ¿La población posee una opinión lo bastante homogénea como para abordar el tema de manera simple y directa? La respuesta en ambos casos es no”.
Son muchos los factores que generan heterogeneidad en la población: la región, la edad, el sexo, la situación económica, etc. Por otro lado, es bien sabido que la concentración de la población en Colombia en áreas urbanas es superior al 70%, que los mapas electorales son bastante dinámicos y que, a su vez, estos elementos confluyen y exigen diseños que capturen dicha variación.
Entonces la pregunta debería ser distinta: ¿Estamos dispuestos a realizar diseños muestrales acordes con la problemática a medir? O llevémoslo directamente a los costos: ¿Estamos dispuestos a solventar un grado de precisión alta? Así que no me pregunten si deberíamos creer o no en las encuestas, mejor preguntémonos si los actores interesados están dispuestos a pagar por calidad y entregarnos datos confiables que nos permitan analizar los problemas de manera adecuada.
Milton Januario Rueda Varón
Director de Doctorados de la Facultad de Ingeniería
Universidad EAN
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