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Más del 55 % de las Mipymes en Colombia aún depende del crédito informal. Platam propone repensar la tasa de usura para ofrecer financiación formal a los negocios que hoy nadie quiere atender.

Nicolás Villa, CEO de Platam (Foto Platam).

Nicolás Villa, CEO de Platam (Foto Platam).


Hay una cifra que nadie quiere mirar de frente: más de la mitad de las mipymes en Colombia están resolviendo su caja con créditos informales. Gota a gota o acuerdos de palabra. No porque quieran, sino porque el sistema financiero les cerró la puerta. ¿El motivo? La tasa de usura, esa regla que busca proteger, pero que —según muchas fintech— termina dejando a los más frágiles a la intemperie.

Sí, suena contradictorio. Pero la tasa de usura se ha convertido en una barrera para más de dos millones de colombianos que hoy no pueden acceder a crédito formal.

En la letra pequeña de esa tasa —el 41.8% Efectivo Anual (EA) para microcréditos y 25.62% E.A. para créditos ordinarios— se esconde una historia de exclusión que pocos quieren contar, pero que afecta el corazón productivo del país: las micro, pequeñas y medianas empresas (mipymes).

Más de la mitad de ellas —un 55%, según ANIF y Colombia Fintech— ya ni siquiera intentan ir a un banco. Se financian con los infames prestamistas de esquina o, en el mejor de los casos, familiares con flujo de caja. Porque en el mundo de los numeritos, prestar a un negocio pequeño, informal o nuevo sale caro. Y cuando te obligan a prestar barato, simplemente dejas de prestar.

“En Platam, hemos visto cómo la tasa de usura limita la posibilidad de financiar segmentos más riesgosos o menos estructurados, especialmente aquellos negocios informales o microempresas que necesitan productos más flexibles o con estructuras de costos más altas por su tamaño”, me reveló Nicolás Villa, CEO de Platam, una plataforma de financiación que ayuda a optimizar el flujo de caja de empresas de todos los tamaños.

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PRÉSTAMOS CHIQUITOS

Ahora bien, ¿qué tanto mercado está quedando fuera por culpa de este tope? Aunque no hay cifras oficiales exactas, los datos de Colombia Fintech y ANIF son claros: muchas entidades formales dejaron de ofrecer microcréditos porque no alcanzan a cubrir sus costos.

El caso más evidente son los préstamos chiquitos: los que ayudan a arrancar una peluquería, un taller de mecánica o una tienda de barrio. Como tienen montos bajos, los costos fijos, tales como estudio de crédito, gestión de cobranza, etc., se comen la rentabilidad. Resultado: se cancelan las líneas, se reduce la oferta y se agranda el hueco.

Y eso que un pequeño ajuste puede mover bastante la aguja. Según ANIF, bajar un punto la tasa de usura puede significar una reducción de hasta 1,1 puntos porcentuales en el crecimiento de la cartera de crédito. Es decir, menos crédito formal circulando.

“Un aumento en la tasa de usura ayuda a reducir la exclusión financiera, al permitir que más personas y empresas accedan al sistema financiero formal”, replica Villa. “En Platam hemos visto que estos ajustes pueden permitirnos incluir más segmentos que antes no eran viables”.

El golpe no se reparte parejo. Algunos sectores están más fregados que otros: los minoristas, las peluquerías, ferreterías y pequeños agricultores caben ahí. Negocios sin contabilidad formal, sin garantías, con flujos de caja irregulares. Invisibles para los bancos, pero vivos en cada esquina del país.

Para el ejecutivo de Platam, según el SME Finance Forum, más de 378.000 mipymes colombianas enfrentan restricciones financieras. ¿La brecha? $38 mil millones dólares. Una cifra tan enorme como absurda.

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RIESGO CONTROLADO

Ahí es donde entran las fintech, como Platam. No se guían por las reglas tradicionales, sino por lo que realmente importa: “cómo se mueve tu plata, a quién le vendes, quién te paga y cuándo”, plantea Villa.

Y aunque sus tasas pueden parecer más altas (entre 2% y 4% mensual), también logran un dato que sorprende: una morosidad de solo 0,2 % en total, y 7,1% a más de 60 días.

“Nuestra tasa de default total es de apenas 0,2%, mientras que en el portafolio de microcrédito es de 1,5%, incluso atendiendo a segmentos que la banca tradicional suele excluir, Platam logra mantener indicadores de riesgo controlados”, señala Villa.

Además, su modelo no depende solo del cliente. Muchas veces, el costo del financiamiento lo asumen los proveedores como parte de su estrategia para vender más o rotar inventarios.

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MODELO SOSTENIBLE Y ESCALABLE

Por ejemplo, una tienda puede comprarle a su proveedor con 30 días para pagar y Platam le paga de inmediato al proveedor. La tienda gana tiempo; el proveedor, liquidez; y Platam, un margen saludable.

Y ojo a este dato: Platam ya ha desembolsado más de 14.000 préstamos, tiene 1.000 clientes activos y un portafolio que ya supera los $3 millones de dólares. Todo esto con tasas que se mueven entre 1% y 3%, y sin pedir garantías.

“Nuestro modelo es sostenible y escalable, porque operamos dentro de ecosistemas cerrados de crédito, donde existen relaciones comerciales previas entre compradores y proveedores”, remarca Villa. “Esto reduce la necesidad de garantías tradicionales y mejora la eficiencia del modelo”.

Entonces, ¿por qué no repensar el límite? La propuesta no es eliminarlo del todo, sino hacerlo más inteligente: tasas diferenciadas por segmento, regulación proporcional, y más fondeo institucional para las fintech.

Porque en lugar de proteger con una muralla, podríamos construir un puente. Uno que conecte a las mipymes con crédito real, no con promesas. Si hay algo que esta historia deja claro, es que la verdadera tasa que hay que vigilar no es solo la de usura. Es la de exclusión. Y esa, hoy por hoy, está disparada.

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