El Santa Catalina Hotel Cartagena llega para preservar la riqueza arquitectónica colonial y conectarla con elementos de la hotelería premium.
Rossana Chávez, Gerente General, Santa Catalina Hotel Cartagena (Foto Orlando Gómez Camacho).
Mercado pintoresco y caótico. Aromas enloquecedores a chocolate derretido, almendra tostada y almíbar de guayaba. Música de cabaret que retumba en el ambiente. Turistas alborotados que preguntan por muñequitos de leche, bolas de tamarindo y buche pavo. Es el devenir del Portal de Los Dulces, una entrañable galería que hace parte del patrimonio inmaterial de Cartagena de Indias.
Allí, en plena Plaza de los Coches, a pocos metros de la Torre del Reloj, se levanta el Santa Catalina Hotel Cartagena, una propiedad que –a decir de su Gerente General Rossana Chávez, fue construida y equipada con una coquetería que sobrepasa los límites de la indiscreción.
“Los hoteleros debemos ser capaces de ponerle espíritu y personalidad genuinos a los nuevos desarrollos”, dice esta samaria que ya cumplió dos décadas obsesionada con el negocio de la hospitalidad. Esta es la cuarta propiedad que administra y la tercera que apertura en Cartagena luego de su exitoso paso por Casa Cochera del Gobernador y Sophia Hotel, todas operadas por oxoHotel.
Abrió puertas el 26 de diciembre pasado. A todas luces, una fecha descabellada para iniciar operaciones. Sin embargo, a Rossana no le importó y se aventuró a realizar un pre-lanzamiento en Bogotá (el 22 de diciembre), ante las agencias. “La acogida fue exitosa al punto que, antes de la apertura ya teníamos casi toda la casa llena”, recuerda.
Es un espacio que conjuga conservación arquitectónica e innovación. “Queríamos preservar la riqueza histórica de las edificaciones coloniales y conectarla con elementos de la hotelería premium”, destaca. “No en vano se bautizó en honor a la India Catalina, una bella mujer que fue precursora inequívoca del mestizaje y símbolo de esta ciudad”. De hecho, el isotipo del hotel es una pluma, semejante a la que lleva la famosa escultura que lleva su nombre.
En la azotea del piso quinto –desde donde se divisa gran parte del Centro Histórico-, es posible recostarse en las asoleadoras de la piscina para zamparse un frappé de corozo o un coco-loco que los huéspedes reciben de bienvenida.
ENTRE SANTO Y TERRENAL
Sus pasillos evocan el pasado colonial de la ciudad. Las largas cadenas utilizadas para colgar helechos sobre el patio interior rememoran las huellas imborrables que dejó la esclavitud. En las habitaciones, la iluminación incidental -que sale mágicamente de nichos-, se combina con muros en ladrillo rojo, balcones falsos y forjas en hierro. Un ambiente primitivo y –al mismo tiempo-, contemporáneo.
«En las habitaciones, la iluminación incidental -que sale mágicamente de nichos-, se combina con muros en ladrillo rojo, balcones falsos y forjas en hierro.»
Es un hotel ideal para viajeros que llegan buscando conocer de cerca la cultura ancestral cartagenera y su impresionante arquitectura colonial, rodeada de fortificaciones y murallas.
La fachada principal, en plena Calle del Candilejo, ostenta 10 balcones remodelados con balaustres en madera y tejas de gres, mientras que el restaurante tiene salida por la Plaza de los Coches, “Una zona cuestionada por temas de seguridad, prostitución y mendicidad”, reconoce Chávez. “Sin embargo, tenemos la firme intención de ayudar a recuperar y mejorar el espacio público”.
Es una apuesta ganadora, habida cuenta del desarrollo que trae la hotelería de alta gama a las ciudades. Chávez asegura que quiere transmitir los estándares de limpieza, disciplina y don de servicio del Santa Catalina Hotel a los vendedores de dulces apostados en los bajos de la edificación. Con ellos ha tenido acercamientos y espera próximamente emprender acciones conjuntas.
PROPUESTA GASTRONÓMICA
Su propuesta gastronómica está soportada en Gran Inka, un restorán a cargo del chef Felipe Villlanueva, quien estructuró una carta basada en platillos peruanos (ceviches, causas y tiraditos), arroces, comida de mar y carnes horneadas y a la parrilla.
El asado de tira es de muerte lenta. Viene rebosado en su propia salsa luego de estar al horno por siete horas. Lo acompaña una cama de puré de ñame y terminaciones en rúgula y tomates cherry. Un imperdible en medio de un menú lleno de sorpresas, como el flan de coco con flor de Jamaica y uchuvas deshidratadas.
Un desayuno buffet se incluye con la tarifa de 185 dólares, que va aumentando hasta 280 dólares dependiendo de la temporada y el tipo de habitación. Hay 40 dormitorios repartidos entre clase Superior, Classic, Superior Twin, Deluxe y Suites.
Por ser un hotel recién abierto, podría sonar apresurado establecer un índice de ocupación. Sin embargo, a 31 de enero registró una tasa del 45%. Puede ser consecuencia de la temporada vacacional, pero representa una cifra asombrosa para el primer mes de operación.
Antes de abril, la gerente se propone elevar la ocupación al 55%, cosa que puede lograr gracias a la inmejorable ubicación del hotel y a un factor común: Cartagena es una bendición en cuanto a resultados hoteleros.
“Al final del día hacemos cuentas y entendemos nuestro objetivo principal: hacer ciudad alrededor de los valores intrínsecos de Cartagena como destino legendario”, finaliza Rossana. “Es la esencia Caribe y queremos mostrarla con magia y sensualidad, algo que resulta irresistible para el turista de lujo.”
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