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No pretendo sembrar pesimismo hacia nuestra economía, soy un convencido de las excelentes perspectivas actuales de nuestro país. Mi intención es alertar sobre las siete principales amenazas, que a mi juicio se deben superar, si deseamos mantener a largo plazo los actuales niveles de crecimiento y confianza.

 

Las siete principales variables que frenan hoy nuestra economía son: 1. Exagerada carga e incertidumbre fiscal, 2. Inequidad social, 3. Voracidad del sistema financiero, 4.  Desindustrialización, 5. Regulación empresarial y laboral, 6. Inseguridad y 7. Narcotráfico.

 

De acuerdo con un reciente estudio de la ANDI, la tasa de tributación en Colombia se encuentra hoy casi en el 70%, lo cual es exageradamente alto. Si a esto se le suman las acostumbradas reformas tributarias, pronto Colombia llegará a ser reconocida no como uno de los mejores destinos de inversión de talla mundial, sino como uno de los países con mayor carga impositiva del mundo.

 

Contar con un agente económico que se convierte para efectos prácticos en accionista mayoritario,  que no realiza ningún tipo de inversión directa en la compañía, no ayuda a liderar procesos, permanentemente cambia las reglas de juego y no asume finalmente riesgos sobre los resultados, pero que si se apropia de la mayor cantidad de las utilidades (las cuales muchas veces solo figuran en la contabilidad, pero no están disponibles como recurso efectivo), es una amenaza mayúscula para cualquier persona que desee emprender la valerosa actividad de ser empresario.

 

Como un comentario adicional sobre la actual reforma tributaria, creo que es un sofisma pretender que ésta sea fuente de financiación para el posconflicto, cuando está claro que sus recursos serán absorbidos por el actual desplome del precio del petróleo.

 

La segunda amenaza es la inequidad social, siendo ésta una consecuencia de un capitalismo llevado al extremo del consumismo y de un proceso de apertura mal planificado. Se han firmado una gran cantidad de TLC sin modernizar el aparato productivo del país. La consecuencia inexorable será la disminución de nuestra competitividad.

 

El problema no es la pobreza ni la riqueza, en la medida en que el crecimiento económico, haga menor la distancia entre estas dos condiciones. La amenaza está en la creciente inequidad social que reina en nuestro país. Continuamos haciéndonos ilusiones con los absurdos cálculos del PIB per cápita, como si en la realidad la riqueza se distribuyera matemáticamente entre el total de habitantes del país.

 

La banca se ha caracterizado por su indolencia hacia el sector real de la economía, consecuencia de ello son las billonarias utilidades obtenidas por los bancos y los tímidos resultados del común denominador de las empresas. Actualmente las tasas de interés domésticas registran unos niveles mas acordes con la rentabilidad de las grandes empresas colombianas, pero el endeudamiento financiero continúa siendo una variable compleja para las PYMES y microempresas, debido a que por su falta de competitividad, su rentabilidad operacional es mas reducida, lo que se traduce en menor capacidad y mayor riesgo para atender sus obligaciones financieras.

 

La revaluación de los últimos años ha propiciado una balanza comercial negativa, favoreciendo la importación de bienes provenientes de países altamente industrializados, los cuales están inundando nuestros mercados. La estrategia para muchas empresas nacionales industriales ha consistido en maquilar fuera del país, muy pocas compañías le han apostado a realizar importantes inversiones en innovación y tecnología. Esta dinámica ha generado una marcada desindustrialización del aparato productivo colombiano. Como reflejo de lo anterior está el hecho de que en lo corrido del 2014 se constituyeron 93.040 establecimientos comerciales y 24.958 establecimientos industriales, una proporción casi de cuatro comerciales frente a uno industrial. Sin una adecuada reconversión industrial los actuales TLC terminarán debilitando la dinámica económica de nuestro país.

 

La gran cantidad de normas que regulan la actividad empresarial y la compleja situación de contratación laboral que favorece normalmente a los empleados independientemente de sus resultados y nivel de compromiso, se convierten en una fuerte barrera para aquellas compañías que requieren crecer y para las personas que desean emprender.

 

Las últimas dos amenazas, Inseguridad y Narcotráfico, se pueden agrupar desde el punto de vista de sus consecuencias. Ambas crean una percepción de mayor riesgo que frena la inversión. Además, el culto mediático que se le rinde al narcotráfico en sus diferentes expresiones, está permeando negativamente los valores de nuestra sociedad, propiciando una idiosincrasia hacia el dinero fácil. Este fenómeno desestimula un adecuado y armónico desarrollo económico y nos aleja cada vez mas de un bienestar integral de la sociedad colombiana.

 

Hermann Stangl

Experto en Valoración de Empresas

www.stangl.com.co

 

 

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