Nadie duda sobre los beneficios de un proceso de paz para cualquier país, sobretodo para uno como el nuestro, que ha estado en guerra por mas de 50 años. Cualquier negociación de paz debe ser positiva para el bienestar de la economía de una nación y de su sociedad en general, en la medida en que todas las partes cuenten con una verdadera voluntad de cambio.
Los efectos económicos en nuestro caso colombiano, los debemos analizar por sectores. Para el sector agropecuario ha sido contraproducente, ya que parece que se ha propiciado nuevamente un ambiente de inseguridad y zozobra que no se vivía hace varios años, quizás en parte, por la desmoralización que este proceso debe imprimirle a los miembros de nuestra fuerza pública.
Para los sectores industrial, comercial y de servicios, lo positivo radica en la generación de nuevas expectativas por parte de algunos agentes económicos nacionales e internacionales, lo que podría mejorar el clima de inversión. Lo negativo está en la inseguridad jurídica que desestimularía la creación de nuevas empresas y el despegue de nuevos proyectos, sencillamente por el hecho de que la historia ha evidenciado los resultados estériles que han arrogado procesos similares anteriores.
Tenemos que ser conscientes de que la guerra que se vive en nuestro país, no tiene un trasfondo idealista. Simplemente es un negocio cruel y perverso que tiene un fuerte asidero en toda nuestra problemática social.
La paz no la vamos a lograr solamente silenciando las armas.
El gobierno debe procurar ser mas eficiente, combatir al máximo la corrupción y fortalecer los programas de educación.
Los empresarios debemos de ser más competitivos, basando nuestra competitividad en la legalidad y en la innovación, sin lesionar la justa remuneración de nuestros colaboradores.
Los colegios y universidades deben fomentar el emprendimiento y la libertad de pensamiento.
Las entidades financieras deben sacrificar algo de sus elevadas utilidades en beneficio del bienestar de sus clientes.
En síntesis, todos tenemos la obligación moral de mejorar las condiciones que están a nuestro alcance.
Es utópico pensar en una verdadera paz con los actuales niveles de desempleo, con la desigualdad social que nos ha caracterizado, y sobre todo con los elevadísimos niveles de pobreza.
En la medida en que contemos con un entorno sano y renovado, una sociedad y un gobierno comprometidos con los valores, no sería necesario hablar de procesos de paz, ésta llegaría como una consecuencia natural.
Hermann Stangl
Consultor Empresarial Financiero
Valoración de Empresas
www.stangl.com.co
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