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China, con una población cercana a los 1.500 millones de habitantes, es hoy la segunda economía del mundo y se perfila para ocupar el primer lugar en pocos años. Conjuga un sistema de gobierno comunista con una economía capitalista, donde se respeta la propiedad privada y se privilegia la inversión extranjera.

La fortaleza de su competitividad está construida sobre un alto desarrollo tecnológico, una excelente logística de distribución, enormes economías de escala y una mano de obra exageradamente barata. Todo esto ha permitido que los chinos coloquen cualquier producto en el mercado mundial en cuestión de semanas, con calidad aceptable y a unos precios muy bajos.

Un operario en Colombia puede ganar alrededor de US$800 mensuales, incluyendo horas extras y carga prestacional. El mismo operario en la China gana aproximadamente US$200 mensuales, prácticamente sin ningún beneficio adicional y decidido a trabajar horas extras a cambio de nada, por el simple temor a perder su trabajo. Las relaciones laborales en la China se podrían definir como “algo cercano a una esclavitud mal remunerada”.

Conscientes de esta situación y con el propósito de beneficiarse con estos bajos costos de mano de obra, gran cantidad de empresas colombianas y de todas partes del mundo, deciden a diario tercerizar su producción y contratarla con alguna factoría china. Obviamente se logran mayores beneficios en términos de rentabilidad para estas empresas, pero sostenibles solo en el corto y mediano plazo.

Lo que se logrará en el largo plazo será un desmantelamiento del aparato productivo que se tiene instalado en los países que deciden maquilar sus productos en China, acompañado de mayor desempleo local.  Esta tendencia conducirá inexorablemente  a fortalecer cada vez más el aparato productivo chino, hasta un momento en el que quizás ellos puedan subir drásticamente los precios frente a la incapacidad de reacción del resto del mundo.

Colombia acaba apenas de iniciar un TLC con USA, falta todavía mucho que mejorar al interior del país, en términos de tecnología, productividad, educación e infraestructura para ser competitivos a nivel global.

No es el momento adecuado para generar falsas expectativas frente a un TLC con la China. Sería prudente por ahora, analizar la viabilidad para recibir inversión china con destinación exclusiva al desarrollo y fortalecimiento de la infraestructura de nuestro país.

Es sano pretender participar y beneficiarse de la globalización, pero primero es necesario actuar y prepararse localmente.

 

Hermann Stangl
www.stangl.com.co
Consultor Empresarial Financiero

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