Ansioso por conocer la atrevida y renovadora experiencia de la económica aerolínea VivaColombia, monté guardia en el Aeropuerto El Dorado – Galán. Encontré a mi amigo Pedro entre el grupo de felices pioneros que venía de Medellín.
–Este es el futuro –-me dijo Pedro exultante, a sabiendas que se le venía encima un obvio interrogatorio periodístico–. No se diga más.
–Quiero saberlo todo, Pedro… –-le dije, cargándole la maleta y echándole el brazo por encima–. Desde el momento en que llegaste al mostrador…
–¿Mostrador? ¿Cuál mostrador?
–Bueno, Pedro, el counter, el punto de atención en el Aeropuerto de Rionegro.
–No hay mostrador –-me dijo–. ¿No te das cuenta que eso encarecería el vuelo? Esa es una de las razones por las que te sale tan caro volar en otras aerolíneas. Tienen punto de atención, empleados, gente que carga maletas. Eso se lo cargan al pasajero.
–Ah…, claro –-le dije–. ¿Y entonces?
–Directo a la pista. Hay que ahorrar, maestro.
–¿Y ahí los esperaba un bus especial para conducirlos al avión? Porque me imagino que no había muelle, digo, por los costos…
–Exacto, periodista. Ya estás entendiendo. Pero se te escapa una cosa: no había bus. Esos son costos, billete que trasladan al precio del pasaje. Un bus, un chofer cada 8 horas, el mantenimiento. No. Esta gente tiene todo un modelo financiero: directo al avión.
–¿Por la pista? ¿Así no más?
–Sí –-me dijo Pedro–. A los pasajeros no nos interesa caminar por pisos de mármol. Hay que aprender cosas nuevas cada día. Yo ya sé esquivar carrotanques, carritos de servicios, GateGourmets…
–Admirable.
–Claro. Fuera las cosas superfluas. Vamos a lo básico.
–¿Había escalera? ¿Cuerdas? ¿Una liana? Para subir, digo…
–Ahí están pintados ustedes los periodistas –-dijo Pedro, serio, molesto–. Siempre enredando la verdad. El avión es normal, seguro: tiene escalera, máscaras de oxígeno, salvavidas… asientos… baños… cinturones… La seguridad no se improvisa.
–¿Y las Aeromozas?
–¿Aeromozas? ¿Sabes lo cara que sale una aeromoza?
–¿No hay azafatas?
–Fred Jacobsen. Ese hombre es un coloso. Va, viene, sube, baja…
–¿Y ese día era la aeromoza?
–Azafata. Como alternan oficios y trabajos, ese día le tocó a Jacobsen de aeromoza. Amable, no te imaginas. Con su camiseta blanca de los $54.584 y su sonrisa victoriosa. Vendiendo gaseosas, maní, papitas… porque son vuelos cortos, pero el tiempo breve no quita el hambre.
–¿Y el equipaje?
–Eso es otro cuento. Porque es de una forma y de otra forma, si es VivaLight o Viva. Hay que mirar la página web. No creerás que te van a dar todo servido en bandeja, ¿no?
–¿Hay bandejas? –-pregunté–. Se pueden eliminar. Sin bandejas, el precio del pasaje puede bajar a $54.500, aunque le toque a Jacobsen imprimir otra camiseta. Alternar de azafata con Juan Emilio Posada.
–Chiste pendejo, la verdad –-me dijo Pedro–. ¿Qué no se dan cuenta cómo esta iniciativa va a revolucionar el transporte en Colombia?
–¿El transporte aéreo?
–Terrestre, primero. Van a subir a los cielos a los pasajeros de Flota Magdalena, Bolivariano, Expreso Trejos, Berlinas, Cootransfusa…
–¿Y Avianca? ¿Lan?
–Esos también. Ya empezaron a sacar tarifas más baratas, viejito. Se tocaron. Villegas y Efromovich están echando calculadora. Por VivaColombia. Tome pa´que lleven.
–Claro, Pedro, definitivamente es algo grandioso. Una última pregunta. Por dos razones básicamente. Porque me imagino que tienes muchas cosas qué hacer y porque ya me mamé de cargarte la maleta y se me durmió el brazo en tu hombro.
–Pregunte, pendejo.
–¿Y el piloto?
–¿Cuál piloto?
–Del avión.
–Estaba en Bogotá. Esperándonos para bajar las maletas. Es que el cambio es aquí –-me dijo llevándose el dedo índice a la sien, a modo de pájaro carpintero–. La revolución es mental, hermanito. ¡Y VivaColombia es una revolución! ¿Increíble, no?
–Increíble.
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