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Noemí Sanín ha recordado que perder es ganar un poco, a propósito de este vergonzoso paseo de Millonarios por la alborotada capital ibérica. Yo estoy de acuerdo con ella. Algo se gana de este viaje, claro –-cruzar el charco, tomarse fotos en la Puerta de Alcalá y la Fuente de Cibeles, saludar al mono Di Stéfano. Pero el precio pagado es tan alto en términos de reputación y respeto nacionales, que el oso peludo se hubiera podido evitar organizando de otra forma el paseo.

 

La derrota del actual líder del torneo colombiano por ocho goles frente a una formación de suplentes entreverados con estrellas del Real Madrid, fue la segunda parte de un tour funesto, que parece planeado por un equipo contrario. Millonarios llega a Madrid precedido de la fama de El Dorado, de una magia de ballet azul sacada de los pies de Di Stéfano y Pedernera, y decide soltar esa perla de devolver las estrellas.

 

Que muy ética y muy valiosa, sí, para limpiar el pasado esa propuesta, pero completamente inoportuna e impertinente. Una buena asesoría de comunicación, o un traguito mejor manejado, les hubiera aconsejado soltar ese globo luego de un empate o de la improbable derrota de los merengues frente al onceno capitalino. Ojalá consultada, explorada, entre los hinchas y los jugadores azules. Pero es que en Bogotá está haciendo carrera el despotismo, la costumbre del autoritarismo que no atiende razones populares antes de proponer horarios de trabajo o retornos de estrellas.

 

Ya metido en ese berenjenal, el nuevo Club Los Millonarios sólo tenía una alternativa: salir a la cancha del Bernabeu a dejar la piel, a demostrar que esa propuesta polémica tenía raíces en el denodado valor futbolístico de un nuevo equipo, que continuaba la gloria del coraje 60 años después. Pero nos volvió a pasar la del encuentro de dos mundos. Nos volvimos a deslumbrar con los espejitos. El saludo con los jugadores del Real Madrid comenzó a denotar que ese grupo de muchachos, los líderes del fútbol colombiano, eran un amasijo de sentimientos: agradecidos, atemorizados, confundidos, despistados, aminorados. Y así comenzó el partido.

 

Cuando los blancos le sonsacaron a Millonarios la danza de El Dorado, y comenzaron a bombear la red en una exhibición de fantasía, mientras los azules se atornillaban a la bella grama, los televidentes supimos la verdad: ese era el encuentro de dos mentes, de dos mundos, de dos formas de concebir la vida y la lucha deportiva. Felices en el palco, los dirigentes aplaudían al Real Madrid. En la cancha, los jugadores mendigaban camisetas, autógrafos. Al finalizar, la cámara enfoca el momento cuando el juvenil B Mario Hermoso, le niega la divisa a un Millonario que lo requiere humilde. Amanece en Guanahaní.

 

Estoy de acuerdo con Noemí. Perder es ganar un poco. Pero perder tanto va a requerir un proceso de mayor responsabilidad que nos permita ganar cualquier cosa, alguito. Porque los jugadores perdieron la dignidad y la vergüenza deportiva. Porque los dirigentes no enviaron los mensajes correctos. Porque la única salvedad de esta derrota es que un diario como Marca, recuadre un “Pobrecito Millonarios 8 – 0”, bajo una gran foto de “El Tigre” Falcao, la mención de sus dos goles y su encumbramiento como Pichichi por encima de Lionel Messi.

 

Pero en lo que sí necesitamos ganar los colombianos, ojo, con esta pérdida vergonzosa, es en no ir a violentar a los muchachos. En no terminar esta escalada de errores con una recepción a piedra, con el maltrato al equipo, con un plantón de desastres y destrucción en el estadio o en la ciudad. Hay vías para pedir explicaciones, exigir responsabilidades. Vías distintas de la violencia. Porque de lo contrario remataríamos la seguidilla de este paseo errado de Millonarios con la impronta de un país que no sabe tolerar sus fracasos. Y ahí sí, esta pérdida, sería perderlo todo. FOTO: EFE

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