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Ninguna persona puede, sin comprometer seriamente su alma y su fe, usar el nombre de Dios para imponer a otros sus pretensiones políticas mundanas.

Esto, es sobrepasar los linderos más sagrados de la fe en Dios, con el propósito de manipular, perversamente, a los cristianos que, temerosos de Dios, se dejan llevar por las posiciones farisaicas de aquellos que mezclan, sin criterio y con mala intención, las comunidades cristianas y católicas, en provecho propio y con el propósito de favorecer sus intenciones desbordadas de poder, alimentadas de soberbia, y sin medir las consecuencias que tiene su tremenda irresponsabilidad.

Dios está al lado de los pobres y los humildes, de los desplazados, de toda aquella gente de bien a la que han usurpado sus tierras, sus derechos civiles y naturales, con la complicidad de aquellos movimientos con quienes se acompañan los que se creen enviados de Dios.

Aquellos que andan haciendo proselitismo político en favor de poderosos y terratenientes, aquellos que se hacen elegir en cargos públicos, de manera ilegal y corrupta, como ha sido suficientemente probado por tribunales y jueces competentes. Esos que han vendido su alma al diablo, a cambio de favores que compran posiciones y arman cadenas de intereses venales, para asegurar sus enclaves de poder en el Estado.

¡Nadie puede hacer política a nombre de Dios!

Mucho menos, descartando a los otros, como si estos no tuvieran derecho a invocar Su Nombre por no ser de su ideología política.

Ofende a Dios quien usa su nombre en vano. Como claramente lo indica el segundo mandamiento del Catecismo de La Iglesia Católica:

«No usarás el Nombre de Dios en vano»

Jesús hablaba muy claro; de manera directa y sin tapujos, contra el descaro de estos fariseos.

Para que no se dejen engañar, les transcribo la palabra de Cristo al respecto:

“En la cátedra de Moisés se han sentado los escribas y los fariseos. Haced y cumplid todo cuanto os digan; pero no obréis como ellos, pues dicen, pero no hacen. Atan cargas pesadas e insoportables y las echan sobre los hombros de los demás, pero ellos, ni con uno de sus dedos quieren moverlas. Hacen todas sus obras para que les vean los hombres. Ensanchan sus filacterias y alargan sus franjas. Anhelan los primeros puestos en los banquetes, los primeros asientos en las sinagogas y que les saluden en las plazas” (Mateo 23 2;13)

“¡Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas, que cerráis el Reino de los Cielos a los hombres! Porque ni vosotros entráis, ni dejáis entrar a los que quieren entrar.” (Mateo 23 13;14)

“¡Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas, que vais dando vueltas por mar y tierra para hacer un solo prosélito y, en cuanto lo conseguís, le hacéis hijo del infierno dos veces más que vosotros!” (Mateo 23 15)

“¡Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas, que os parecéis a sepulcros blanqueados, que por fuera aparecen hermosos, pero por dentro están llenos de huesos de muertos y de toda podredumbre! Así también vosotros por fuera os mostráis justos ante los hombres, pero por dentro estáis llenos de hipocresía y de iniquidad.” (Mateo 23 27;28)

“¡Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas, que edificáis las tumbas de los profetas y adornáis los sepulcros de los justos, y decís: «Si hubiéramos vivido en tiempos de nuestros padres, no habríamos sido sus cómplices en la sangre de los profetas!». Así pues, atestiguáis contra vosotros mismos que sois hijos de los que mataron a los profetas. Y vosotros, colmad la medida de vuestros padres.” (Mateo 23 29;32)

“¡Jerusalén, Jerusalén!, que matas a los profetas y lapidas a los que te son enviados. Cuántas veces he querido reunir a tus hijos, como la gallina reúne a sus polluelos bajo las alas, y no quisiste. Mirad, vuestra casa se os va a quedar desierta.” (Mateo 23 37;38)

“Entonces, si alguien os dijese: «Mirad, el Cristo está aquí o allí», no os lo creáis. Porque surgirán falsos mesías y falsos profetas, y se presentarán con grandes señales y prodigios para engañar, si fuera posible, incluso a los elegidos. Mirad que os lo he predicho. Y si os dijeran que está en el desierto, no vayáis; o que está en un lugar oculto, no os lo creáis” (Mateo 24 23;26)

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