Desde el principio Dios creó al mundo y al hombre en él para que lo gobernara.- (Génesis)
Ese mundo, tenía vida y era dinámico, cambiante, tenía movilidad. No era estático. Los planetas y las estrellas estaban en un permanente movimiento. Y todas las especies tenían vida y por tanto se transformaban, desde que nacían hasta que morían. Todo era movilidad desde el principio y, hoy en día, así es… Y así será.
Por tanto, no creo fallar al interpretar las palabra del Creador y suponer que tenemos que gobernar el cambio, en la medida en que todo cambia.
Todo tiende a un fin último que, dentro de la antropología Cristiana, conduce a Dios. El gobierno de las cosas debe estar orientado a contribuir, con nuestros actos, a alcanzar ese fin último que conduce a Él. Fuente de Vida y Verdad.
Por tanto, en medio de las actividades ordinarias de nuestro trabajo, estamos sometidos a desempeñarnos y ser eficaces en medio del cambio. Los días no son los mismos, los recursos se desgastan, quedan obsoletos y aparecen otros. Las personas vienen y van. Nuestro espacio se transforma y cambia en la medida en que nos desplazamos y cambiamos de lugar por contingencias o por que buscamos mejores oportunidades en otra parte.
La modernización, ha traído consigo el afán de competencia en una sociedad acosada por el consumo que, si bien, ha permitido una mayor eficiencia productiva de bienes y servicios, también ha creado nuevas y mayores situaciones de angustia en todas las sociedades.
Los principios y valores naturales, razón de ser de nuestra condición humana, están siendo amenazados peligrosamente por un consumismo que domina las decisiones de los gobernantes de las sociedades y las empresas, hasta supeditarlos a su mejor conveniencia.
Lo social se somete a la econometría de las cifras de producción nacional de los países, sin importar cuántos mueren de hambre o pierden sus libertades más elementales, sometidos al dominio de las estadísticas que miden todo, menos el bienestar de toda la comunidad.
Estamos en la era de los sacrificios en pro de la estadística del libre mercado y del FMI, así el sacrificio signifique la muerte o la pérdida de la más mínima dignidad.
Es por ello que debemos atender a la propuesta de:
“La actitud del líder ante el cambio no se plantea en términos de qué es lo que quiero hacer sino qué es lo que debo hacer para cambiar la situación”.- P Drucker.
Esta dinámica de cambio a la que nos referimos no es algo a lo que estemos condenados. Más bien, es el desafio que nos impulsa a responder al mandato bíblico de gobernarlo con nuestra capacidad intrínseca de cambiarlo para bien.
Para lograrlo, en los términos que nos hemos propuesto, el cambio exige de un liderazgo basado en valores. Solamente en estos términos un líder puede proponer lo que realmente es bueno para sus seguidores y escoger los medios para llevarlo a cabo.
“Solo la fidelidad a los principios inspira la acertada elección de los medios y la fusión de estos con los auténticos fines”.- Thibon
Pero, ¿cómo trabajar un liderazgo basado en valores?
La respuesta atiende a la formación de las personas. Nadie puede ser un promotor de valores en la organización sin antes vivir personalmente y en familia sus propios valores.
No puede haber lealtad en la organización si quien la lidera no es leal a su familia y a sus amigos. No puede ser responsable con la organización quien no lo es consigo mismo y con su familia. No puede ser austero en la organización quien no lo es con su presupuesto o con el de la familia.
No hay una organización que pueda promover el bien de sus miembros y de la sociedad, si quien la lidera no procura el bienestar de su familia.
Jairo A Trujillo Amaya
Consultor y asesor empresarial
jairoatrujilloa@yahoo.com
+57 316 7407487
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