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La formación de cada persona exige recursos apropiados a los momentos de vida en que cada uno se encuentra, pero referidos a las circunstancias en que esa persona requiere aplicar todos los conocimientos aprendidos en su mayor potencial.

Es decir, hay que educar para el desempeño futuro de los aprendices, pero estamos determinados por el uso de las herramientas disponibles en los momentos actuales.

Las tecnologías han tenido el inconveniente de que evolucionan a velocidades impresionantes. Los profesionales de hoy en día, usan recursos tecnológicos que no pudieron conocer en los días de formación temprana, cuando eran niños disfrutando de sus colegios.

El tema, no es determinar qué tan diestros podrán ser en el manejo de los instrumentos disponibles, pues esos instrumentos no existirán en los días de sus prácticas profesionales.

El problema, entonces, era y es, hoy en día, determinar medios para desarrollar la capacidad de adaptación a los cambios y retos en un futuro impredecible y la forma cómo fijar criterios que les permitan entender ese mundo que hoy no existe, pero para el que deben salir preparados.

Entonces, debemos explorar qué es lo que cambia y qué es lo que no cambia en la persona, a través del tiempo y las generaciones, para que, fundamentados en lo que no cambia, o mejor, cambia más lentamente, podamos preparar las condiciones suficientes de estos pequeños individuos, para entender, tratar y utilizar las herramientas futuras, en un ambiente también futuro y, por tanto, muy diferente al actual.

En este orden de ideas, hay que centrarse, entonces, en la esencia de la persona humana; los aspectos morfológicos, intelectuales y espirituales que, por su condición de esenciales, tienden a ser inmutables con el tiempo, a menos que el ser se enfrente a cambios que transformen su esencia y, por tanto, determinen su extinción, porque ha dado paso a la formación de otra especie.

Si miramos, a través de la historia de la humanidad, tanto a las culturas de oriente como de occidente, las formas de comportamiento de las personas, manifiestan cambios no necesariamente sustanciales, pero adecuados a los momentos históricos que la humanidad ha vivido en cada uno de los ambientes en que le ha correspondido desempeñarse.

La persona humana, se ve retada a relacionarse con su ambiente y toma posiciones que le permiten entenderlo mejor. Se debate siempre entre la duda de lo que las cosas son, de dónde vienen y para dónde van. Problemas existenciales inherentes a la condición humana.

Por otra parte, el uso de las herramientas disponibles exige, criterios para escoger las más adecuadas a las diferentes situaciones que retan a cada persona. Conceptos de seguridad, eficiencia y productividad, empiezan a aflorar ante estas circunstancias, independientemente de la condición de desarrollo de tales herramientas. La necesidad de reformarlas y hacerlas mejores ante las nuevas condiciones, empiezan a retar la creatividad de los estudiantes y, con ello, nacen nuevas necesidades y exigencias, en un círculo sin fin que desarrolla las potencias de
los individuos y los prepara para lo imprevisto, en un futuro no fácilmente predecible.

Los requerimientos de supervivencia y mejor estar, igualmente, desarrollan fortalezas en términos de criterios, valores y principios, que se hacen necesarios para la convivencia como especie determinada a vivir en sociedad, para subsistir y progresar. Circunstancias que prevalecerán en el tiempo.

El desarrollo del lenguaje y los requerimientos para poder tener comunicaciones apropiadas en términos orales, escritos, digitales o de otro tipo que no alcanzamos a concebir, dependen, para su buen uso, de estructuras mentales que permitan entender al individuo los códigos fundamentales de las relaciones sociales que los animan o desaniman a alcanzar determinados propósitos.

Los sentimientos y las repuestas sociales o individuales a estos estímulos también son determinantes en las relaciones sociales y el desempeño individual en sociedad.

En fin, podremos seguir buscando, en lo que constituye la esencia de la persona, para seguir encontrando los factores que le permitan entender el mundo físico, virtual y trascendente, para poder desempeñarse con éxito en un futuro, cada vez, más cambiante, sin que la modificación del ambiente, resultado de tales cambios, afecte su capacidad de entendimiento, raciocinio, creatividad y acción ante lo no previsto.

Todo ello dependerá, entonces, no de las herramientas que serán obsoletas cuando el infante -futuro profesional- tenga que utilizarlas. Dependerá, fundamentalmente, de lo que constituye su esencia y cómo esa esencia ha sido fortalecida en procesos de aprendizaje adecuados, para poner al servicio de las sociedades futuras sus capacidades corporales, intelectuales y espirituales, el día en que esté retado a ser un buen profesional, buen ciudadano, buen amigo de sus amigos, buen hijo, buen esposo y buen padre de familia.

Con base en esto, pensemos si los infantes requieren el mejor o más costoso celular, o juego electrónico…, o, el tema es: desarrollar sus capacidades motrices para tener un cuerpo sano, desarrollar su capacidad creativa y de comprensión, para tener una mente sana y, por último -que debería ser lo primero- su formación espiritual, para animarlo a entender la razón de ser y de estar en este mundo, la importancia de la convivencia y el fin trascendente de la humanidad.

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