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Siempre es necesario considerar, a nivel de las juntas directivas, para qué se requiere un gerente o CEO en la organización. Pienso que la palabra más indicada es la de CEO, que utilizan los gringos para esta posición. Indica el compromiso del mismo a ser el líder del equipo.

El gerente, dentro de este contexto, de ser el CEO, es un líder que conduce la organización como “asociación de personas” hacia un destino que determina el horizonte que puede verse como la “tierra prometida”. Se condensa este escenario en la misión y visión de la organización que, a modo de estrategia corporativa, constituye la base de los principios fundamentales que regirán, durante su gestión, un estilo de liderazgo que, dependiendo de su calidad, conducirá un viaje exitoso, si el líder cuenta con las competencias adecuadas para orientar a las personas hacia esa meta que marca el horizonte que se ha trazado.

Ahora bien, ¿cuáles serían estas competencias?

La primera, tiene que ver con su capacidad de entendimiento de las situaciones que lo rodean y determinan el conjunto de oportunidades y amenazas a las cuales debe responder con suma inteligencia estratégica para poder liderar la nave que su equipo conduce, con base en su profesionalismo, formación humana e idoneidad para desempeñar cada uno de los oficios que les corresponde.

La segunda, responde a su capacidad humana para poder interpretar los sentimientos de todos aquellos con quienes se relaciona. Las personas son como “bultos de sentimientos”, que reaccionan a la manera como los otros se relacionan con ella. La lógica que determina sus pensamientos y la forman como perciben el mundo exterior, depende mucho de la forma como son estimulados tales sentimientos. Esto se da en función de la cultura que cada uno tiene y, por tanto, el medio en que se ha desarrollado. Entender estos aspectos, puede ser fuente de motivación o desmotivación de las personas y, por tanto, es factor clave para determinar el éxito o fracaso de la gestión.

La tercera competencia, tiene que ver con la diversidad de los retos y las circunstancias que afectan, tanto al CEO, como a la organización. Esto hace necesario entender que el tema del liderazgo organizacional es un tema de generalistas. Es decir, personas sin especializacion en algo, pero conocedoras de todo. El gerente debe tener una capacidad de percepción que es propia de este tipo de personas. Ellas saben “donde ponen los huevos las garzas”. Esto exige una alta capacidad de interpretación de las condiciones físicas, humanas y espirituales de los miembros de la organización y, en general, todos sus “stakeholders” o “”grupos de interés”.

El CEO, como buen estratega, debe conocer a fondo el medio en el que se desenvuelve y logre disparar su intuición hacia los aspectos estratégicos determinantes del éxito de la organización en el mercado, basado en la buena alineación de los elementos humanos y tecnológicos disponibles dentro de la organización y fuera de ella.

La cuarta competencia, es su capacidad de diagnóstico sobre todas y cada una de las circunstancias, al interior y exterior de la organización, que son determinantes para la implementación de la estrategia y el alcance de los objetivos propuestos. Para ello, la escogencia del equipo humano adecuado y su habilidad para coordinarlo y estimularlo es especialmente importante, pues de ello va a depender la capacidad de respuesta a los retos que a nivel externo e interno haya que afrontar para asegurar la estrategia y alcanzar los objetivos.

Se trata de la capacidad que debe tener el CEO para contar con los mejores, en cada una de las especialidades que exige el desempeño organizacional en cada una de sus áreas de gestión, y la manera como estimula la formación profesional y humana de aquellos que, encargados de aspectos específicos de la organización, si deben ser especialistas en lo que les corresponde.

Por último y, no menos importante, el CEO, no debe olvidar que su ejemplo determina la forma como piensan y actúan sus empleados. Un buen ejemplo, estimula la formación de buenas personas, responsables, estudiosas y dedicadas a sacar adelante, sin vacilación, las responsabilidades propias de su cargo, con espíritu de solidaridad suficiente para apoyar a sus compañeros y acompañarlos en el cumplimientos de los deberes propios de su oficio y también en sus aspectos personales.

Un mal ejemplo, erosiona la organización al dar mensajes equivocados al personal y a la comunidad que, no solo desaniman, sino confunden a todos los involucrados. Es el camino propicio a la corrupción, la personalización de los liderazgos, el egoísmo, la pretendida autosuficiencia y la competencia desleal que se empieza a dar, dentro y fuera de la organización. Es la vía más rápida para el enriquecimiento inmoral de algunos de los empleados y el desvío del camino responsable del trabajo bien hecho, sin importar lo que suceda a la organización, al resto de sus empleados y sus clientes

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