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Una nueva etapa en el camino empezaba, una vez terminada mi experiencia de estudiante trabajando en GRIVAL S.A.

Ahora, me encontraba a la entrada de la fábrica de revestimientos y piezas sanitarias cerámicas, llamada, Compañía Colombiana de
Cerámica S.A. Colcerámica.

Nuevamente, la ansiedad me invadía, junto con la incertidumbre que me asaltaba, preguntándome, interiormente, si iría a ser capaz de desempeñarme a la altura profesional de quien había estudiado para ser ingeniero, en una fábrica que, ante mis ojos, parecía inmensa y grandiosa, por el tamaño de sus construcciones.

Me encontraba al frente de la entrada, donde estaba la portería en la que debería anunciarme.

La fábrica, se veía muy grande. A un costado, dos casas campestres, construidas de ladrillo, complementaban el ambiente sabanero, en medio del campo en el que se encontraban las instalaciones de la planta. Al fondo, se apreciaba un jardín muy grande, adornado, solamente, por un césped bien podado que, al final, mostraba un inmenso muro con varias puertas. Se destacaba, sobre el mismo, el nombre de CORONA, la marca que respaldaba los productos que allí se fabricaban.

En un piso de grava se alineaban los camiones que esperaban la carga para ser repartida por todo el país.

Se levantaba mucho polvo que provenía de la precaria pavimentación de los patios de carga y de unas chimeneas que, al fondo, despedían gases contaminantes, en medio de una gran polvareda que subía expulsada hacia las nubes y que luego caía, por su propio peso, mezclándose con la contaminación que generaban los camiones que se movían en los patios de carga.

Debía esperar que me recibiera el gerente de la planta, quien, seguramente, se encontraba fuera de su oficina, visitando las instalaciones. Mientras tanto, podía ver, a la distancia, grupos de trabajadores que se desplazan de un lugar a otro, con sus prendas de trabajo llenas de polvo y, algunos de ellos, protegidos con botas de seguridad y unos cascos que cubrían sus cabezas. ¿Serían estos ingenieros?

A pesar del ambiente tan contaminado, no sentía ninguna preocupación al respecto. No eran tiempos en que esta situación preocupara, ni había la más mínima conciencia, en el pais y creo que en la mayor parte del mundo, sobre los riesgos de trabajar en estos ambientes y los efectos de largo plazo que tal situación podría ocasionar a la salud.

Mi ansiedad se alimentaba, pensando en la posibilidad que tendría de costear los gastos de la familia que anhelábamos conformar con María Clemencia mi novia, gracias a este trabajo. Era 4 de enero de 1974 y, nuestro plan de matrimonio se realizaría el 26 julio de ese mismo año. Día de San Joaquin y Santa Ana, padres de la Virgen María y abuelos de Nuestro Señor Jesucristo. Era como un presagio de un futuro que aún no preveíamos, por parecernos, en aquel momento, muy lejano. Ahora, que somos abuelos, mi esposa y yo, miramos con alegría aquellos tiempos llenos de ilusiones que, por la gracia de Dios, pudieron hacerse realidad al pasar de los años.

En medio de estos pensamientos, me dijeron que podía pasar a la gerencia.

Conocí, en un pasillo del edificio donde quedaban las oficinas de la administración, al gerente general, Carlos Aguirre Restrepo. Un ingeniero químico de la Universidad Pontificia Bolivariana de Medellín; paisa, muy cordial, bastante acelerado, a quien pronto pude descubrir como persona muy exigente, pero que brindaba mucha autonomía a sus colaboradores. Cosa que, muchos años después, fue determinante para mi crecimiento profesional y personal.

Por ahora, se trataba del recibimiento protocolario y mi paso, casi que inmediato, a las oficinas de Recursos Humanos donde me atendió un señor de buen talante y sumamente cordial y educado: Fernando Carmona, jefe de personal. Así se llamaba, en aquella época, la oficina que manejaba los contratos del personal y otras actividades que, después, entendería mejor, pero que, por ahora, para mi, no significaban nada, por mi nulo entendimiento de estos temas que no cabían en mi temprana formación de ingeniero.

Por mi juventud y mi desconocimiento de los temas empresariales, no me había dado cuenta que me estaba vinculando a una de las organizaciones más grandes, prestigiosas y modernas del país; no solamente en la tecnología de los procesos que manejaba, sino en el campo organizacional, lo que marcaría para mí una oportunidad de aprendizaje y conocimiento sobre estos temas que nunca me hubiera imaginado. Lo que narraré, en los capítulos siguientes de esta historia.

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