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Los desafíos propuestos en mi primera experiencia como gerente de marketing en GRIVAL, se habían logrado. El servicio a las fábricas de cerámica se había mejorado sustancialmente y GRIVAL era ya una marca que se expandía en el territorio nacional con un prestigio que, por su buen desempeño en duchas y cocinas, mostraba un horizonte claro. Se había modernizado el sistema de mezcla de agua, dejando las llaves de doble control, para mezcla de agua fría y caliente, y pronto penetraron en el mercado las mezcladoras de un solo control que llamamos “mono control”. Su diseño pegó y ello favoreció la presentación de los lavamanos de cerámica de Mancesa y Corona.

Todo esto me permitió ganar una fama no merecida de buen profesional del mercadeo. La verdad, era que todo se había logrado por la lealtad y cohesión de un equipo profesional muy idóneo, pues aún no llegaba a entender bien qué era el marketing. Primaba en mis decisiones una forma de enfrentar los retos donde la disciplina numérica del ingeniero, unida a una necesidad de servicio hacia los clientes, animaba al equipo de profesionales que me acompañaban.

Esta percepción hacía que los cuatro directores de la Organización Corona, personas todas de mi reconocimiento y respeto, decidieran que yo debía liderar el equipo de marketing de Compañía Colombiana de Cerámica S.A que, a la vuelta de pocos años, cobijaría a todas las empresas proveedoras de materiales para la construcción de la Organización Corona.

Así fue como llegué a la Gerencia General de Mercadeo y Ventas. El nombre, de por sí, indicaba que aún, a niveles de la dirección general, tampoco se tenía claro lo que significaba el marketing. Pues las ventas eran apenas uno de los muchos aspectos que completaban la amalgama de variables que conformaban las estrategias orientadas a captar los clientes, cuya sombrilla que las cubre, es lo que realmente se entiende por Mercadeo.

La Organización tenía una red de ventas propia, muy extensa, con una comercializadora internacional de nombre VALCOL que colocaba los productos de todas las fábricas en diferentes mercados del exterior, limitada al Grupo Andino, asociación de comercio de Venezuela, Colombia, Panamá, Ecuador, Perú y Bolivia. Proyecto de integración maravilloso que, como muchos de los que ha emprendido Colombia, pierden el norte, por la falta de liderazgo de burócratas y políticos que juegan, sin visión de futuro, a sus intereses, por encima de los nacionales. Llenos de una visión parroquial, desentendida de la importancia de la internacionalización de los mercados y del ambiente de globalización que, por aquella época, jalonaba la expansión de los mercados de muchos países emergentes. Hoy en día, estos países, son modelo de productividad, gracias  al emprendimiento y conocimiento de sus líderes que sí comprendieron la importancia de una estrategia de desarrollo global que, hasta la China, con sus concepciones comunistas, supo entender.

Pues bien, ese era el escenario que ahora se me presentaba.

La Organización Corona contaba con cuatro directores (así se hacían llamar dentro del bajo perfil que los caracterizaba). Ellos tomaban las decisiones importantes que afectaban al común de las empresas y lideraban su crecimiento armónico, escogiendo los ejecutivos que seríamos responsables de las unidades que hoy en día llamaríamos estratégicas.

A cargo de esas direcciones estaban:

Francisco Mejía Vélez, economista, formado, desde muy joven, a la sombra de Don Hernán Echavarría Olózaga –cabeza visible de la familia propietaria–, también economista y destacado empresario del siglo pasado que tuvo la oportunidad de influir, con su acción y consejo, sobre muchas cosas del devenir económico de la nación. Muy buen escritor. Conservo de él un libro que me obsequió y del cual aproveché mucho. Su nombre era “El Sentido Común de la Economía». Este libro, reafirmó mis percepciones sobre este tema: la economía no se relaciona tanto con las matemáticas, como con la sociología, las humanidades y los aspectos que determinan la racionalidad de las comunidades en búsqueda de su condición de bienestar.

Jorge Rocha, orientaba la organización en los temas de mercadeo y ventas. Tenía un staff muy profesional de ejecutivos jóvenes que apoyaban a las organizaciones de mercadeo de las empresas y determinaba cómo se relacionaban entre sí, por medio de políticas que, sin quitar autonomía, armonizaban cada uno de los frentes de la Organización. Era como una proyección del ideario de Don Elkin Echavarría Olózaga, otro de los hermanos que continuaron el sueño hecho realidad  de su padre, Gabriel Echavarría Misas

Rodrigo Gutiérrez, con su talante humano y sus grandes cualidades intelectuales, fijaba, con el grupo de directores y su equipo de asesores, todas las políticas laborales de la organización. Su orientación, en épocas en que los sindicatos de industria se consolidaban y se dejaban penetrar por las ideas comunistas que generaron una burocracia sindical politizada y desligada de la realidad empresarial, sustento de los trabajadores. Solamente entendían, sin llegar a ver sus implicaciones, la lucha de clases y su confrontación con base en la conformación de todas las combinaciones de lucha para tomarse el poder. Con el fin de consolidar una burocracia con características oligárquicas vitalicias que la historia ya venía mostrando, en otras partes del mundo, sometían la población, alineándola y esclavizándola con regímenes tiránicos y autoritarios; donde el reto era acabar con la propiedad privada para ponerla al servicio de los tiranos de turno; como hoy en día, tristemente, se ve en la república hermana de Venezuela. Rodrigo Gutiérrez, fue uno de los integrantes de la misión de sabios que asesoró al presidente Gaviria para la Misión por la Ciencia, la Educación y la Cultura. Sus preocupaciones por el sentido sublime de la política como servicio a la sociedad y el bien común, eran el reflejo modernizado del pensamiento temprano de otro de los hermanos emprendedores: Felipe Echavarría Olózaga.

Carlos Harry quien manejaba las políticas de producción y procesos productivos de la Organización, fue reemplazado, en mis últimos años de permanencia dentro de ella, por Francisco Arango. Carlos Harry, determinó muchas de las estrategias de modernización que permitió a la Organización Corona prepararse adecuadamente para desarrollar todas las bases de innovación tecnológica que daría las bases de un proceso de internacionalización del cual me tocó participar, al sembrar las primeras semillas de penetración en los mercados de EEUU y El Caribe. Carlos Harry era el ejecutivo espejo de otro de los hijos de Don Gabriel, al que había formado como un extraordinario ingeniero técnico de la industria cerámica, don Norman Echavarría Olózaga

Estos eran los ejecutivos que manejaban, en esa época, la Organización Corona. Los que la hicieron crecer de forma meteórica. Ejecutivos con los que tuve la oportunidad de compartir y los que me bridaron su confianza y apoyo para desarrollarme profesionalmente, capacitarme como un ejecutivo integral y proyectarme dentro de la organización y fuera de ella.

Mi carácter, mis valores profesionales y el amor por el trabajo bien hecho, se lo debo a esta maravillosa Organización.

 

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