Por aquellos tiempos, la situación social y política del país, nuevamente se complicaba. Las grandes crisis generadas por el terrorismo de las FARC y los grupos de narcotraficantes que, aliados con muchos políticos, encontraron en ellos la manera de financiar sus campañas, iniciaba un recorrido que, como nueva plaga, se expandía por todo el país con el beneplácito de muchos sectores de la aristocracia colombiana que, ante la decadencia de su estirpe, encontraban en los narcotraficantes oportunidades de financiar sus resquebrajadas economías y, de esta manera, conservar su estatus, en una sociedad arcaica y excluyente que ellos habían ayudado a sostener.
Mi posición en la presidencia de TERPEL, ya no era muy clara. Yo había llegado allí como gestor de ese sueño que había sido propuesto dentro del gobierno de Belisario Betancourt con su ministro de minas Iván Duque Escobar y el presidente de ECOPETROL Alfredo Carvajal Sinisterra. El nuevo presidente de la nación era Virgilio Barco, liberal. Sus ancestros tuvieron que ver con las primeras concesiones de explotación petrolera en Colombia. Su extracción santandereana, influía y se dejaba influir por aquellos que, dentro de ECOPETROL y el gobierno, sentían la nostalgia de Santander como departamento líder del negocio del petróleo en Colombia.
Renacían los intereses de los que consideraban que habían perdido su posición regionalista, sobre aquellos que habíamos defendido el concepto nacionalista y privado de la operación en Colombia.
Adicionalmente, desde el punto de vista político, el Presidente Barco, consideraba que era hora de acabar con la participación del partido opositor dentro del gobierno. Si el nuevo gobierno era liberal, debían salir de todos los estamentos del gobierno las personas que tuvieran concepciones políticas diferentes a las del presidente de turno, incluidas las empresas comerciales del Estado con capital mixto. Todas las personas en cargos de dirección, deberían ser afines a su partido.
La verdad, es que antes como ahora mi único partido ha sido Colombia. Pero pocos políticos entienden esta posición, pues para ellos, priman sus intereses particulares y partidistas sobre el interés de la nación.
Yo no era más que un profesional que venia del sector privado, llevado a esta posición, gracias a la idea y el empuje de personas del gobierno anterior —conservador— con las que habíamos logrado crear esta empresa nacional de capital mixto.
La junta de TERPEL cambió y con ello había que cambiar de presidente.
En medio de esa circunstancia, recibí la llamada del señor Willian Knor, presidente de Móvil para Latinoamérica. Teníamos una relación muy cordial, que se había gestado en medio de la representación que teníamos de nuestras empresas que, como sucede siempre, en algunas ocasiones eran de intereses coincidentes y, en otras, encontrados; sobre todo en lo que a TERPEL se refería. Las multinacionales de distribución de combustibles en Colombia, consideraban que no había lugar para un tercero. Menos aún de un hijo directo de ECOPETROL, que blandía como estrategia de penetración de mercado un nacionalismo que, para ellas, era molesto.
Evidentemente, en este negocio, la clave diferenciadora, no estaba en el producto, que era básicamente el mismo. Había que trabajar la variable de servicio, en lo que las multinacionales lo hacían muy bien. Pero también era claro que había algo que no tenían y a lo que la población de estos países es muy sensible: TERPEL era un esfuerzo empresarial colombiano con inversión de colombianos.
Pues bien. El tema era, como suele suceder a estos niveles, un almuerzo de negocios que concretamos de manera inmediata.
Su propuesta, era muy concreta: The Board of Directors de Movil, le había encomendado ofrecerme la gerencia para Colombia.
Le expliqué a William que la propuesta llegaba en un momento muy oportuno para mí, pues mi posición en TERPEL se había vuelto muy incómoda. Sin embargo, no podía aceptarla, pues había aspectos éticos que me impedían ir a dirigir la operación del competidor de TERPEL más importante del país.
Él me insistió tratando de convencerme que eso de TERPEL era una quijotada. Que,en el mundo, el negocio del petróleo estaba en manos de las multinacionales y que eso de TERPEL era un sueño imposible.
Sin embargo, por el argumento ya expuesto, decidí no aceptar esa oferta tan tentadora, sin saber que esa decisión me abriría las puertas de una de las multinacionales más grandes del mundo: GENERAL MOTORS CORP.
Como explicaré en otra entrega, en ese momento aprendí que la ética paga y, cuando lo hace, lo hace con suma generosidad.
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