La paz se firma con los que quieren la paz y no la guerra…La guerra se hace contra aquellos que no quieren la paz.
Los principios naturales, esencia de la especie humana, no se transan con los hacedores de la guerra.
Si los principios se tranzan con los hacedores de la guerra, la razón de ser de la especie humana pierde sentido y horizonte, pues se conforma una rendición cruel y degradante de la especie humana a sus más grandes depredadores: los sembradores de la guerra. Los que por este medio hostil e intimidante coartan la libertad de las personas y las someten a sus más bajas pasiones, tendenciosamente orientadas a promover un poder omnipotente basado en la sangre y el fuego que derraman las armas.
Los hacedores de la guerra la hacen porque ella es un medio vil de enriquecerse mientras coartan a gente vulnerable para que hagan la guerra por ellos.
Se enriquecen y envalentonan con el poder que logran, gracias al acopio del dinero mal habido, que es bien venido por opresores de pueblos y países de distinta ideología en todas partes del mundo. Allí, camuflados, se encubren y protegen para que la justicia internacional, a su vez, bastante injusta, no haga caer el peso de la ley sobre estos monstruos del mal que aterrorizan territorios poblados de gente humilde en la que se ensañan con acciones de terror para tratar de vencer al poderoso oponente que , en muchos casos, también está penetrado por los señores de la guerra que, con los mismos propósitos, hacen de las suyas desde la otra orilla.
En esa otra orilla están los que se hacen llamar “el establecimiento” y, en muchos casos, “gente de bien” que, ajenos a la miseria generalizada de la nación, asume posiciones que evidencian su ignorancia y parcialidad, tomado partido a favor de los que hacen la guerra desde “el establecimiento”.
Son los que se lucran de los negocios con los actores violentos. Los que les facilitan los insumos necesarios a los hacedores de la guerra a precios que solo pueden pagar las mafias de turno. Aquellos que manejan los negocios ilícitos que tantas oportunidades brinda, desde una institucionalidad manipulada también por los hacedores de la guerra: armas, alimentos, uniformes, viajes internacionales, contactos con regímenes corruptos de otras partes del mundo, presencia en foros internacionales ante auditorios que especulan sobre la guerra sin conocerla, lavadores de dinero y testaferros que venden su alma al diablo para adquirir posición social por medio de riquezas extraordinarias mal habidas, en medio de una sociedad decadente que solo valora el dinero y las cirugías estéticas.
Sujetos estos que han perdido el norte, porque desconocen en qué consiste la dignidad de la persona humana que está fundamentada en su componente intelectual y espiritual que es lo que diferencia a las personas del resto de los animales. Este requerimiento esencial es el que permite a las personas alcanzar la integridad necesaria para hacer valer esa dignidad perdida.
¿Cómo rescatar de esta situación endémica violenta a un país que parece no recordar que, en alguna época, hubo paz y que la vida era lo más sagrado dentro de los dones que Dios nos había dado?
La única manera es excluir de nuestras relaciones a tales señores de la guerra. Hay que hacerles evidente el grave error en que han caído y, por tanto, no rendirles pleitesía ni reconocimiento social alguno. Hay que hacerlos sentir lo que son: escoria social contaminante y destructiva que debe aislarse para exterminarla, de manera que sientan que ya no tienen poder ninguno sobre nadie ni nada.
Esta es la fuerza del carácter que reclama Colombia de sus habitantes que no se conforman con este estado de locura en que hemos caído.
Carácter para no aceptar prevendas ni privilegios de estos señores de la guerra.
Carácter para decir no ante los intentos de acercamiento que procuran para lavar su imagen con personas que, inocente o conscientemente, se unen a ellos y los alaban para recoger las boronas que caen de su mesa.
Carácter para decir ¡no más! al estado de cosas que estos facinerosos han provocado.
Carácter para denunciarlos y señalarlos, sin temor, de manera que se vean obligados a retirarse del escenario cuando ya no existan “idiotas útiles” que aplauden sus delictuosas actuaciones.
Hay que recuperar, prontamente, ese carácter perdido tan necesario, para poder rescatar la dignidad ciudadana secuestrada por los hacedores de la guerra y así poder trazar un camino más claro, limpio y luminoso para nuestros hijos y nietos.
Uno de los determinantes más importantes de la vida de las personas es la de su formacion a traves de la educación. Nuestra especie ha sido diseñada para comportarse de acuerdo a cómo va siendo formada desde su nacimiento hasta la muerte. A diferencia de los otros animales,...
Comentarios