
Tengo el sentimiento profundo de que los cardenales han elegido, gracias a la inspiración del Espíritu Santo, a la que siempre estuvieron atentos, a un papa comprometido sinceramente por la paz y la justicia social.
Su trabajo misionero de tantos años, compartiendo entre los pobres, muy próximo a sus problemas ordinarios, le permitió convivir en medio de las injusticias sociales en que viven los marginados de la sociedad: indígenas, negros, blancos, mestizos, obreros y descartados que claman, todos los días, justicia, en medio de una sociedad que les da la espalda, pero que, gracias a la presencia de este misionero Agustino, sintieron la solidaridad de un sacerdote comprometido con su situación y que, junto con ellos, clamaba a los cielos protección, en los días y noches de su labor pastoral, en los diferentes encargos que le fueron asignados.
Su paso por los Estados Unidos y su labor pastoral en ese país, no dejan de hacer evidente su compromiso con la paz. De manera que, en repetidas ocasiones, levantaba su voz para denunciar la falta de solidaridad de una sociedad que iba, aceleradamente, perdiendo su norte solidario, para promover el egoísmo, la individualidad y la indiferencia con los más pobres y vulnerables.
El cardenal Robert (Bob para sus más allegados) pudo sentir en carne propia el abandono y la pobreza a la que son sometidas las poblaciones más vulnerables de Hispanoamérica; y, su impacto de esa vivencia de más de treinta años, lo hizo sentir que las angustias de ese pueblo olvidado por la sociedad pudiente eran suyas. Esto lo llevó al punto de sentirse parte integral de esas poblaciones y fue por ello que pidió la nacionalidad peruana.
Así fue como afianzó su condición de hermano de un pueblo oprimido y abandonado, al que llevó esperanza basado en el amor en Cristo. Lo que le dio la fortaleza suficiente para seguir luchando.
Su convicción de la solidaridad y la justicia como fundamentos para alcanzar la paz, lo unieron en medio de la armonía del Amor, para comprometerse con la propuesta del papa León XIII, expresada a profundidad en su encíclica Rerum Novarum (“De las cosas nuevas”). Como un clamor angustioso que, además de denunciar los cambios que se veían en el nuevo orden social de la revolución industrial, advertían sobre la deshumanización del trabajo ante la consideración de las nuevas opciones capitalistas que veían a los trabajadores como cosas y no como personas. Era la definición más despersonalizada de la clase obrera que pasaba a ser, simplemente, “mano de obra”.
El nuevo papa está impregnado de esta encíclica que, seguramente, lo llevará a actualizar la “Doctrina Social de la Iglesia” ante los nuevos desafíos que impone el mundo digital y las nuevas tecnologías.
Estas nuevas tecnologías, se han convertido en un nuevo dios pagano al que hay que adorar y cuyos sacerdotes se lucran, de manera desbordada, enriqueciéndose de manera ilimitada. Lo que les permite comprar la conciencia de algunos de los líderes de las potencias más grandes del mundo, para, con su riqueza y mito tecnológico, aumentar las diferencias económicas y menospreciar a los más débiles que, sin posibilidades de educación y formación suficiente, son vistos, exclusivamente, como “consumidores autómatas” de la tecnología, sin poder participar de los beneficios de este nuevo orden social que somete a las grandes masas de consumidores a sus caprichos en un proceso de innovación permanente que algunos confunden con desarrollo.
Este proceso destruye la naturaleza humana que, como gran masa de consumidores está perdiendo su esencia, al exponer su capacidad intelectual y espiritual a un ambiente errado del concepto de libertad que está creando una sociedad de autómatas, sometidos a las excentricidades de unos pocos “líderes tecnológicos” que, unidos a políticos ambiciosos y corruptos, coartan la libertad ciudadana al proponer un concepto de libertad desnaturalizada y descristianizada, pues no entienden la relación intrínseca que conlleva la “libertad y el desarrollo” del que nos hablaba el premio Nobel de economía Amartya Zen: “el desarrollo entendido como la expansión de la libertad efectiva de la que disfrute la gente, para pasar a estados superiores que la aproxima a su libertad esencial”
Espero con ansias una nueva encíclica papal que llame la atención al respecto y nos dé luces para enfrentar, con fortaleza espiritual, estos nuevos desafíos de la humanidad
Dios dé larga vida al papá León XIV
Jairo A Trujillo Amaya
Presidente. CEO
Jata Consulting Org
Direccion y Estrategia
jata@jataconsulting.org
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