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Título redundante, pero apropiado para enfatizar una fortaleza necesaria para el liderazgo del gerente.

Es la tercera de las virtudes capitales sobre las que hemos decidido basarnos para tocar temas de  gerencia y liderazgo que son muy provechosos, gracias a estas luces que nos da el Catecismo de la Iglesia Católica.

La fortaleza, tiene que ver con el carácter. Atañe a la manera como el gerente dispone su ánimo para enfrentar las dificultades del día a día y los retos que impone su gestión, en la medida de los procesos que adelanta para poder superarlas.

El gerente debe ser fuerte, para no dejarse desviar de los caminos trazados que imponen grandes esfuerzos, pero que deben estar animados por lo logros que, una vez se obtienen, generan grandes satisfacciones.

Se requiere fortaleza para saber resistir los embates de las incomprensiones y las posturas contradictorias que se presentan con algunas personas de los grupos de interés que pretenden exigir derechos y resultados en provecho particular, a costa de sacrificar el propósito general de la organización. Individuos que, con intensiones mezquinas, no pocas veces, deciden apartarse del grupo y sus comunes objetivos, con el fin de que prevalezcan sus propias propuestas, afectando la cohesión del equipo, con una lealtad que entienden para consigo mismos, pero no con relación a los demás.

Fortaleza que exige, en muchos casos,  que primen las razones que orienta la inteligencia, sobre los sentimientos que a todos nos inducen a tratar de resolver los problemas solo con el dictamen del corazón.

Esta fortaleza hay que cuidarla y desarrollarla con base en la formación del carácter y la conciencia plena de que existen prioridades y, ¿por qué no?, jerarquías, en la toma de decisiones que, de manera determinante, están fijadas por los propósitos estratégicos de la institución y que se derivan del estricto cuidado que se tenga por el cumplimiento de la misión, la visión y los valores fundacionales de la organización.

La fortaleza de carácter, es requisito fundamental para determinar el norte y el sendero a seguir para asegurar la ruta y su destino.

El líder, es responsable de mantener el equilibrio apropiado entre: el nivel de motivación al personal y el cumplimiento de los propósitos estratégicos institucionales, que se exigirán en la rendición de cuentas que los administradores deben  presentar a los diferentes grupos de interés de los cuales dependen.

La fortaleza de carácter es al liderazgo, como los cimientos son a la construcción del edificio. De ella, dependen sus dimensiones, su funcionalidad y esbeltez.

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