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Algunos, ante la situación que hoy vive Colombia, se lavan las manos diciendo: yo voté por Oscar Iván Zuluaga (AUV).

 

En este escrito que titulé, «¿Y… ahora qué?» (25 de abril de 2010), yo explicaba por qué no votaría por Oscar Iván Zuluaga (AUV). Hagamos memoria.

 

 

Y… Ahora qué?

 

«Termina un régimen que ha deformado los principios más elementales de la ética y la moral, cambiando las reglas del juego democrático, para acomodarlas en su propio beneficio y el de aquellos que conforman su sanedrín.

 

Colombia ha sido secuestrada por un liderazgo que ha impuesto un modelo perverso de comportamiento, donde el fin justifica los medios y, en el nombre de Dios (como los sicarios que se encomiendan a la Virgen), se promueve una cultura de violencia e irrespeto a las diferencias que va contra los más elementales principios democráticos y de convivencia ciudadana.

 

Colombia necesita desarrollar un modelo de seguridad y protección ciudadana, pero acompañado de una reconstrucción ética que recupere los valores y los principios más elementales que han sido arrasados. Un modelo donde aprendamos a respetar las diferencias y a entender que cada individuo es una creación de Dios, única e irrepetible, que merece ser reconocido y respetado como elemento clave de convivencia ciudadana y desarrollo social, donde, a diferencia de los regímenes mafiosos, la plata no lo hace todo.

 

Necesitamos un gobierno que defienda la salud con una política que la rescate de los intermediarios que se lucran de este derecho fundamental a costa de la desatención de los usuarios y el saqueo de sus arcas.

 

Necesitamos un gobierno que proteja y promueva la educación, en todos los niveles, pero, fundamentalmente, en los sectores más pobres de la población. Que comprenda que la educación de un pueblo es parte esencial del desarrollo de su cultura y la investigación.

 

Necesitamos un gobierno que entienda el desarrollo como la expansión de las libertades efectivas de las que disfruta la gente (Amartya Senn, 1998), donde la ética, la cultura y la promoción social, sean sus pilares, y donde el desarrollo económico tenga sentido, si y solo si, se distribuye en toda la población y no entre unos pocos (Colombia tiene un coeficiente Gini de los más altos de América Latina y del mundo). Es el tercer país del continente con más alta concentración de riqueza y, por tanto, de desigualdad económica (Bernardo Kliksberg, 2007).

 

Necesitamos un Estado donde la justicia sea igual para todos y no sea manipulada demagógicamente por un gobierno que niega el derecho a la reparación a las victimas de los crímenes de Estado.

 

Necesitamos un gobierno que no envíe los paramilitares a EEUU, para que se les juzgue por tráfico de cocaína, evitando el juicio en Colombia que les corresponde por crímenes de lesa humanidad.

 

Necesitamos un gobierno que, a diferencia de este, sea capaz de retirar su ministro de interior y de justicia cuando, evidentemente, se encuentre impedido para ejercer, por la desgracias de contar con un hermano que está siendo juzgado por sus vinculaciones con los grupos paramilitares.

 

Necesitamos un gobierno que independice la justicia de la política, ajuste de conveniencia que se hizo, con el fin de proteger intereses del líder del régimen, sus socios y familiares relacionados con la parapolítica

 

Necesitamos un gobierno que no promueva asesinos y promotores de masacres como gestores de paz, generando impunidad y confusión en toda la comunidad.

 

Necesitamos un gobierno que entienda la justicia como un medio para garantizar la equidad y convivencia de todos los ciudadanos, no como un instrumento político sometido a los intereses del poder ejecutivo, que puede ser espiada con el fin de someterla y arrodillarla para proteger sus intereses particulares.

 

Necesitamos un gobierno que no haga de las denuncias pagadas un canal de venalidad que ha roto los más elementales principios de solidaridad ciudadana, promoviendo corrupción y medios de enriquecimiento para bandidos que denuncian y militares que matan gente inocente.

 

Necesitamos un gobierno que entienda y promueva el desarrollo del campo, brindando oportunidades económicas a los que trabajan la tierra y han sufrido las miserias del desplazamiento. Basta ya de regalar el dinero de los colombianos para pagar favores electorales a quienes han promovido este desplazamiento, como producto de la apropiación indebida de las tierras de los campesinos.

 

Necesitamos un gobierno que, además de condenar a los que vendieron su voto en el congreso, no cree toda una barrera de intereses para encubrir a los que compraron ese voto, haciendo de la reelección presidencial un acto completamente ilegal que, en la medida en que el presidente ha recibido ingresos del Estado, producto de ese acto, constituye un aberrante enriquecimiento ilícito que debe ser juzgado políticamente y judicialmente.

 

En fin, necesitamos un gobierno que, garantizando la seguridad y protección de los ciudadanos, promueva cultura ciudadana, democracia y participación incluyente que asegure los beneficios del desarrollo social a la generalidad de la población, rescatando los más elementales principios éticos, de solidaridad y de convivencia perdidos.»

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