Hablar del sentido cristiano de la administración, en la cultura organizacional, tiene profundo significado, en la medida en que los públicos, en medio de las innumerables ofertas que los acosan permanentemente, se ven forzados a establecer relaciones de confianza con los proveedores que le ofrecen una extensa variedad de bienes y servicios.
Estas relaciones de confianza, están determinadas por la cultura de la organización. Que se construye, fundamentalmente, como proyección de las ideologías y las creencias que conforman los fundamentos de la estructura intelectual y racional de los individuos que forman parte de la institución.
Dentro de los elementos diferenciadores que determinan los fundamentos sobre los cuales los proveedores establecen la base de sus estrategias, se encuentran, esencialmente, las características de los bienes y servicios que ofrecen. Es allí donde, hoy en día, se centra la porción más importante de los presupuestos de investigación y desarrollo.
Sin embargo, la esencia de la gestión diferenciadora se gesta en los procesos de formación de estructuras de capital intelectual, orientadas a desarrollar y construir creencias y valores que constituyen el centro de atención de aquellos empresarios que desean mantener relaciones duraderas con sus clientes, fortaleciendo con ellos sus lazos de confianza.
En este campo de la cultura organizacional, debemos contemplar, necesariamente, los efectos que producen los fenómenos de: comercialización, industrialización, desarrollo de conocimiento productivo (software) y su grado de influencia en el comercio internacional, debido al efecto global de las operaciones de mercado.
Es aquí, donde la forma de: ser, pensar y actuar, propia de un sentido social cristiano, constituye un estilo de dirección organizacional que determina garantías de permanencia en el largo plazo, por el respeto que se promueve hacia la libertad y la individualidad de la persona, así como, por el sentido de solidaridad y de servicio sobre los cuales se fundamentan las creencias cristianas que concuerdan con las buenas prácticas de comercio y manufactura que aseguran, hoy en día, la calidad de las organizaciones(British Institute of International and Comparative Law, London, “Unfair comercial Practices”)
El espíritu de santificación del trabajo (San Josemaria Escrivá, “Hablar con Dios”), como medio de perfeccionamiento personal que permite a cada individuo que lo practica, superarse y perfeccionarse, material y espiritualmente; da elementos que aseguran el desempeño de las personas en sociedad con los réditos materiales que perduran y transcienden su existencia en este mundo, como producto del reconocimiento social por el trabajo bien hecho. Además, su ánimo de servicio solidario y compromiso con los demás, en cumplimiento del mandato divino; “… amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente y con todas tus fuerzas… Amarás a tu prójimo como a ti mismo”(Mateo 22.34-40), asegura trascender sobrenaturalmente, después de la muerte, hacia el encuentro con Dios, que premia y reconforta infinitamente.
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