UN ESTUDIANTE EN PRÁCTICA, PLENO DE ANSIEDAD E INCERTIDUMBRE
Y… ¡llegó la hora de empezar a trabajar! El camino, a recorrer a pie, desde la plaza de Funza a las instalaciones de la fábrica de GRIVAL, era relativamente corto. No más de 800 metros. A la distancia, una vez iniciada la marcha, alcanzaba a divisar una chimenea que soltaba grandes cantidades de humo, cuyo olor pronto empecé a percibir como azufrado. Este es un olor que, años después, siempre asociaba a las plantas de manufactura mecánica de aquellas épocas.
Mi corazón estaba lleno de ansiedad. Tenía una gran incertidumbre. Se mezclaban sentimientos encontrados producto de grandes anhelos, pero, también, de inquietudes referidas a mi futuro, mis competencias, mis capacidades y habilidades, para enfrentarme a lo desconocido y a un trabajo que no podía imaginar claramente en qué consistiría. ¿Qué haría allí, en esa factoría, un estudiante de ingeniería civil que aún no veía clara su vocación y, mucho menos, su habilidad para desarrollarla?
Tenía anotado, en una pequeña librera de bolsillo, de esas que sustituyeron, con creces, las agendas electrónicas que más tarde serían integradas a unos aparatos que no llegaba, en aquellos tiempos, a imaginarme y que llamarían “celulares”, el nombre de la persona a la que mi padre me refería. Pastor Fernández, era su nombre. Persona hecha a pulso dentro de las empresas de la Organización Corona. Había iniciado como técnico en la escuela de estos oficios, Gabriel Echavarría. Su formación posterior, a la altura de los mejores ingenieros mecánicos, le había permitido escalar en la Organización a los mas altos niveles de dirección de esta fábrica. Su cargo, en ese momento, se denominaba, Superintendente Técnico. Era el responsable de asegurar los diseños y los procesos de ingeniería en una operación muy compleja de manufactura que cubría frentes muy diversos, tales como: fundición de piezas, maquinado, cromado y ensamble de las mismas, para abastecer con griferías las fábricas de cerámica de la Organización Corona, entre ellas, Mancesa, que había sido el último baluarte de la multinacional American Standard que, como producto de una estrategia competitiva, muy inteligente, por parte de la Organización Corona, no solamente perdió su liderazgo en el mercado, sino también su planta de producción en Colombia.
La oficina de la Superintendencia Técnica, quedaban en un mezzanine equivalente a un segundo piso, donde compartía espacios para todas las oficinas de administración e ingeniería de toda la planta, incluida la oficina de su gerente general. Desde allí se divisaba parte de la planta: sus instalaciones de maquinado, la sección de fabricación de herramientas y moldes, así como parte de las instalaciones de ensamble.
No tuve necesidad de esperar a que Pastor me atendiera. Estaba programado su tiempo para ello y así fue como empecé a conocerlo y apreciarlo como una persona cumplida y nada prepotente. Yo era un estudiante en práctica, que iniciaba allí su proceso, pero, desde el primer momento, me hizo sentir apreciado, bien venido y acogido, como seguramente lo hubiera hecho con una persona realmente importante. Pronto entendí que ello era parte del talante de la organización y, con el tiempo, pude apreciarlo como una de sus fortalezas estratégicas que serían parte de su esencia y razón de ser de su éxito empresarial, nacional e internacional.
Hablamos de muchos temas, incluso de mi retiro de la Universidad de Los Andes, a pesar de ir en 7o semestre de ingeniería, las razones del mismo y la decisión de terminar mi carrera en la Universidad de Santo Tomás, así como la determinación, acordada con mi padre, de pagar, con mi trabajo, mis últimos años de carrera. Pastor, me brindó mucha confianza, me dio consejos y me animó presentándome a un compañero de Los Andes que empezaba ese día, también, su práctica universitaria. Se llamaba Carlos Díaz y nos entendimos muy bien, haciendo una muy buena amistad en la que él se labró, con el tiempo, un camino muy exitoso fuera de la Organización, mientras yo decidí enfrentar el reto de crecer y alcanzar mis metas en Corona.
Ese día, me fueron presentados otros muchos compañeros, de Los Andes y otras universidades que se encontraban en ese mismo proceso de estudiantes en práctica. Una forma establecida que traía la Organización en todas sus empresas, para escoger a sus futuros profesionales, en lo que era un semillero muy competido, en medio de un ambiente empresarial lleno de retos y la satisfacción que producía alcanzarlos. Otra clave del éxito en la planeación de los procesos de desarrollo humano de la Organización Corona.
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