Ahora, la pregunta, no es: ¿qué deben hacer los funcionarios del Estado por la paz? La pregunta debe ser: ¿qué podemos hacer nosotros, en nuestro entorno, por la paz?
Empezando por la familia, los amigos, los vecinos y aquellos con quienes tenemos relaciones de negocios. Aquellos con que, con frecuencia, nos olvidamos de que esa relación debe ser «gana – gana».
Debemos cambiar nuestra forma de pensar y actuar, según la cual, «la felicidad de algunos se logra con base en la tristeza de otros» o el «vivo vive del bobo», como decía el famoso Vallenato.
Refranes y formas de pensar perversas que han calado muy hondo en la sociedad y nos alejan de poder disfrutar, viviendo en paz y con equidad.
Hay que empezar por lograr la paz interior, donde se encuentra la esencia de nuestra condición humana. Para, de esta manera, poder ofrecer paz a aquellos que la necesitan
La reconciliación con nosotros mismos, nace de la necesidad de perdonarnos. No perdonamos a los demás, muchas veces, porque no nos hemos perdonado interiormente.
La paz interior, tiene relación directa con el estado de nuestra alma. Esa alma que hemos descuidado por tanto tiempo y que, como los músculos del cuerpo que no usamos, se atrofia y se anquilosa.
Porque no la tenemos en cuenta. Porque no somos conscientes que lo que nos diferencia de los animales es la posibilidad de tener un alma que nos anima a orientar nuestro cuerpo y capacidad mental a hacer el bien y evitar el mal.
Andamos cargando culpas y penas que, hace tiempo, deberíamos haber dejado de lado. Y como no las podemos soltar, porque no somos capaces de perdonarnos, culpamos a otros de nuestras desgracias.
Tenemos, por nuestra propia debilidad espiritual, producto de un alma raquítica y profundamente debilitada, que echar nuestras cargas sobre los hombros de otros y, por ello, vemos en estos los enemigos en que nosotros mismos, por todo lo expuesto, nos hemos convertido.
Es, en este orden de ideas, el campo en que debemos luchar para encontrar la paz.
Si somos capaces de perdonarnos, podremos perdonar. En caso contrario, no es raro que, en lugar de ser «constructores de misericordia», como ahora nos pide el Papa Francisco, nos convirtamos en promotores de odio y rencor. Es decir, promotores de la guerra, porque al no ser misericordiosos, nos volvemos acusadores y soberbios. Es decir matones e inquisidores.
“El perdón es una fuerza que resucita a una vida nueva e infunde el valor para mirar el futuro con esperanza.” (Pasaje de: Francisco, Papa. “Jubileo de la Misericordia.”)
Nuestro liderazgo en sociedad, manifestado por nuestra capacidad de influir sobre aquellos que nos aprecian y están dispuestos a apoyarnos, debe ir dentro de este concepto ya expresado de ser «constructores de misericordia». Sembradores de paz.
«Felices los que promueven la paz, porque de ellos es el reino de los cielos» (Jesús de Nazaret).
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