Siempre pensamos en las fortalezas de nuestra organización. Las buscamos y las analizamos desde diferentes perspectivas; muchas de ellas, seguramente, muy útiles y reconocidas académica y empíricamente.
Sin embargo, es bien poco lo que hacemos desde el punto de vista de aquellas fortalezas que necesariamente debe tener un gerente y que, de no tenerlas, se derivan serias y muy importantes debilidades que conllevan a costos muy altos para la organización.
Este es un tema que debe ser objeto del análisis permanente de los miembros de la Junta Directiva, con el fin de dar orientación adecuada a su gerente y contar con elementos de evaluación y formación claves para el desarrollo de la gestión gerencial, que aseguren el avance de la empresa por los derroteros que los miembros de la Junta Directiva determinan, acordes con el mandato recibido de los propietarios o accionistas.
En este orden de ideas, pienso, en esta y las próximas entregas, hablar del tema de las fortalezas que debe tener un gerente que, por encima de las académicas, correspondientes a las habilidades propias de los diferentes oficios que se realizan en la organización y son, por tanto, condición necesaria para el éxito de su gestión. Ellas tienen que ver con su formación humana, su carácter, su personalidad, su estilo, etc. Todas ellas relativas a su capacidad de liderazgo sobre la comunidad que le ha sido asignada y, por tanto, elemento determinante de generación de confianza (http://www.portafolio.co/opinion/blogs/carta-gerencia/gerencia-y-generacion-confianza ) en todos los públicos que atiende, como pudimos comentarlo en entregas anteriores.
La primera fortaleza tiene que ver con la fe.
“La fe es la certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve” (Hebreos 11:1)
Fe en lo que se propone. Fe en que la gestión, si está bien pensada y bien realizada, generará los resultados esperados. Fe en la realización y alcance de los retos y las metas planteadas. Fe en su capacidad de dirección. Fe en su capacidad para armonizar las diferentes áreas a su cargo y a los ejecutivos que las dirigen. Fe en la propuesta corporativa, expresada como: la misión, la visión y los valores de la organización.
En definitiva: fe en que su gestión, porque cuenta con la idoneidad suficiente y el equipo correcto, dará, muy pronto, los frutos esperados.
La falta de fe frustra muchas buenas ideas; genera inseguridad en quien lidera la organización y sus colaboradores, así como en quienes supervisan la gestión, desde la Junta Directiva. Lleva a cambios, intempestivos y no siempre bien sustentados, de rumbo que pueden determinar rezagos costosos e irreparables para la organización.
La fe es una condición intrínseca al liderazgo y parte integral de la formación del buen gerente.
Ahora bien ¨La fe sin obras, está muerta” (Santiago 2:14-26)
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