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He leído, con detenimiento, el documento de acuerdo de paz del Gobierno Nacional con las FARC.

Encuentro un propósito de continuar promoviendo un Estado laico, con una diversidad de pensamientos que, en algunos casos, no corresponden a los míos y, en ocasiones, contradicen mis creencias en el orden social, político, económico y religioso.

Creo que lo mismo le pasa a cualquier persona que lea este documento, independientemente de sus posiciones intelectuales, en cualquiera de los frentes que aborda. Sean de izquierda o de derecha, religiosos o ateos, liberales, conservadores, comunistas, democristianos, ecologistas, anarquistas, etc. Cada uno de nosotros, seguramente, tendrá algo que criticarle.

Este documento, es expresión de una sociedad incluyente en la que tenemos que aceptar y respetar al que es diferente. No solamente por su condición de raza o género, sino por la diversidad de pensamiento, que es la expresión de libertad más sublime de la persona humana.

(http://www.eltiempo.com/contenido/politica/proceso-de-paz/ARCHIVO/ARCHIVO-16682558-0.pdf)

Gracias a esa diversidad, existen y han existido naciones grandes, civilizaciones importantes y sociedades diversas. Expresión de múltiples culturas que han dejado, en la historia, cada una de ellas, aportes que han superado el paso de los años. Con experiencias, unas buenas y otras malas, según el pensamiento de cada uno. Pero experiencias, al fin y al cabo, que enriquecen y amplían nuestra cultura universal. Cosas para emular y, otras, para no repetir.

Cada uno, desde su perspectiva, seguramente, lamenta o le molesta que haya cabida para tanta diversidad de gente. Que se pretendan reducir condiciones privilegiadas que han sido la causa de tanta injusticia, por tantos años.

Que el que piensa diferente, tenga la opción de expresarlo sin el temor a ser reprimido o asesinado, es de por sí, un avance civilizador muy importante.

“…la construcción de un orden social y estatal justo, mediante el cual se da a cada uno lo que le corresponde, es una tarea fundamental que debe afrontar de nuevo cada generación.”
(Benedicto XVI, «Deus Caritas Est» 28; b)

Sí. El documento pretende dar cabida a la diversidad de pensamiento que un mundo libre y respetuoso de las diferencias, exige; en la medida en que la gente tiene más y mejor acceso a la educación y la información, en medio de la libertad natural, que ahora la sociedad requiere.

¿Qué nos permite entonces, este acuerdo de paz?

Primero, una más justa posición y distribución de la tierra, que ha sido una de las causas más importantes de tanta injusticia social en el campo. Dando oportunidad a los pequeños propietarios de mantener sus predios sin la angustia de los desplazamientos que, por tanto tiempo, los han acosado. Producto de la ambición desmedida y, a veces, sanguinaria de terratenientes que mantiene el campo sin producir o con rendimientos extremadamente bajos de producción, que no aportan a la riqueza nacional, en la medida que se vuelven tierras de engorde y especulación rentista, sin aportar al Producto Interno Bruto Nacional.

Acceso a la educación de calidad a un mayor número de personas que, por su bajo nivel de ingreso, no tienen la capacidad para pagar los costos de una educación de calidad que es otro privilegio que construye diferencias y falta de oportunidades a un grupo muy importante de la población.

Una intervención del Estado, más directa y responsable, en la cobertura de salud. Donde la intermediación en manos de negociantes de la salud que se han lucrado inmoralmente de este negocio y cuyos casos conocemos y sufrimos, aún en estratos altos de la población, evidencia lo que puede ser asimilado a un crimen de lesa humanidad. No hace mucho, vimos cómo, varias de las organizaciones intermediarias en el negocio de salud, se entregaron a paramilitares de muchas regiones, para pagar favores políticos.

Una apertura que da cabida, en la sociedad, a personas que manifiestan ser francamente diferentes a otras, pero que su manera de ser y pensar, aunque no corresponden a las mayorías, debe ser respetadas por estas. Por que una democracia implica el gobierno de las mayorías, pero con un profundo respeto a las minorías y sus derechos, que son parte de su dignidad como personas.

Los temas de género, entendido como el respeto a los derechos que atañen a las personas homosexuales, con su diversidad de tendencias.

«Un número apreciable de hombres y mujeres presentan tendencias homosexuales profundamente arraigadas. Esta inclinación, objetivamente desordenada, constituye para la mayoría de ellos una auténtica prueba. Deben ser acogidos con respeto, compasión y delicadeza. Se evitará, respecto a ellos, todo signo de discriminación injusta. Estas personas están llamadas a realizar la voluntad de Dios en su vida, y, si son cristianas, a unir al sacrificio de la cruz del Señor las dificultades que pueden encontrar a causa de su condición»
(Catecismo de la Iglesia Católica, 2358)

En todo esto y mucho más, podemos sentirnos, en todo o en parte, no representados. Pero expreso mi profundo respeto por este esfuerzo de paz que saca el debate de los problemas éticos de la sociedad del campo de batalla, y lo lleva a las instancias propias de una sociedad civilizada, como puede ser: la plaza pública, los órganos legislativos y de poder estatal, al seno de los credos religiosos, a las ONGs, a la academia, en fin, a todos los espacios públicos y privados de la sociedad, donde la controversia no se resuelve con armas, sino con inteligencia, conciencia social y espiritual suficiente.

¡Por todo esto, y mucho más, votaré SÍ al plebiscito!

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