Hace 20 años, por esta época, me diagnosticaron un cáncer Linfático, que había invadido buena parte de mi cuerpo. Después de recuperarme, escribí un libro que titulé: ME ATACÓ EL CÁNCER ¡GRACIAS A DIOS!
Ahora veo que, a pesar de mi recuperación, el pais sigue enfermo del mismo cáncer de aquella época. Sin mostrar ninguna mejoría.
Por ello, quiero compartir con Ustedes estas palabras que escribí en el año 2001, cuando publiqué mi libro. Pues son tan actuales hoy como antes.
Lanzamiento del libro en la Cámara de Comercio de Bogotá Junio 27 del 2001
Apreciados Amigos:
Hoy, en este homenaje que inmerecidamente me brindan: El Instituto Latinoamericano de Liderazgo, La Cámara de Comercio de Bogotá y Ágora Editores, deseo manifestarles mi agradecimiento por acompañarme en esta ocasión.
No pienso hablar del libro, sino del significado trascendente que la enfermedad manifestó en mí, como producto de la infinidad de pensamientos y sentimientos que en momentos tan definitivos pude vivir.
Permítanme hablarles de lo verdaderamente importante. Así lo hayamos olvidado o ya no lo tengamos presente. Así estemos muy ocupados pensando en el hoy y nunca en el mañana.
Perdónenme que les recuerde que también hay un mañana después de la muerte.
“ME ATACÓ EL CÁNCER ¡GRACIAS A DIOS!” Fue el producto de una oportunidad única en mi vida para pensar en mi razón de ser en este mundo y en el significado de muchas de las cosas realmente importantes que me rodeaban.
Fue el triunfo de lo fundamental y realmente significativo de la vida sobre lo banal y superfluo, y, lo que es mejor, del entendimiento de la mortalidad del cuerpo versus la inmortalidad del alma.
Fue el momento más perfecto de reflexión y esperanza dentro del encuentro cotidiano con la muerte, en medio de la enfermedad.
“ME ATACÓ EL CÁNCER ¡GRACIAS A DIOS!” Fue un camino de reencuentro con Dios.
Pero, igualmente, fue una oportunidad, para que, en medio de la sensibilidad que despierta el mal, pudiera percibir, con claridad, todo el ambiente que, en el orden de lo social, me rodeaba.
Pude sentir la forma cómo los líderes corruptos cambiaban: patria, principios y valores, por platos de lentejas que cocían en el fuego de su propia impunidad, provocando un cáncer que ha hecho metástasis en nuestro cuerpo social y que hoy afecta a todos sus miembros.
Colombia está siendo atacada por infinidad de anticuerpos que amenazan destruirla, sin que nosotros, los ciudadanos del común, hagamos nada por controlarlo.
Ahora, en este foro, queridos amigos, debo decirles que: “NOS ATACÓ EL CÁNCER ¡GRACIAS A DIOS!”
¡Gracias a Dios!: Porque estamos ante la oportunidad de actuar en el marco de nuestras responsabilidades. Dentro de nuestro espacio vital. Allí, donde nos correspondió vivir para bien de los demás.
Aquellos con quienes compartimos nuestro quehacer cotidiano serán nuestros primeros beneficiarios de un cambio que, con el perdón como premisa, nos permitirá tener la disposición formal para cambiar a Colombia.
¡Pero sin olvido! Porque el ciudadano que olvida sus errores, termina por repetirlos, para su propia desgracia.
¡No se puede olvidar! Olvidar se constituye en una forma más de impunidad que contribuye al fortalecimiento del mal que se camufla en los efectos de la acción de olvidar.
¡No se puede olvidar! En la medida en que con olvido no se puede juzgar.
El Juicio Final corresponde a la venida de Dios al final de los tiempos. Pero, el juicio temporal, el terrenal, nos corresponde manejarlo a los hombres, por medio de los estamentos más democráticos y socialmente justos que su imaginación pueda desarrollar. Debe realizarse, con el fin de responsabilizar socialmente a quienes atentaron contra los principios naturales y legales de convivencia ciudadana.
No puede haber sociedad sin sentido de justicia y, por tanto, sin premios ni castigos, correspondientes a los actos sociales y responsables de cada uno de sus integrantes.
No hay otra forma de garantizar las libertades y derechos de los ciudadanos.
Igualmente, Dios nos ordenó transformar al mundo. Con sentido de productividad. Tal como lo entienden los administradores de hoy. Con sentido emprendedor. Pero, debemos ser responsables ante Dios y la sociedad por los resultados de esa gestión:
“Dad a Dios lo que es de Dios y al César lo que es del César”
Debemos transformar el mundo construyendo espacios de convivencia, solidaridad y amor: en el seno de nuestras familias, con nuestras amistades y con la comunidad en la que nos relacionamos.
“Amaos los unos a los otros, como Yo os he amado” (Jesús de Nazaret)
“NOS ATACÓ EL CÁNCER ¡GRACIAS A DIOS!”
¡Gracias a Dios!:
Porque podemos repensar nuestros principios. Reflexionar sobre las causas de nuestra violencia. Entender los orígenes de la corrupción que nos asfixia.
Porque, por Él, podremos entender mejor nuestra razón de ser en nuestra sociedad y en este mundo.
Porque, ante el fracaso de nuestra justicia endeble, podemos tener esperanza en la justicia Divina.
Porque cobra sentido el Mandamiento Nuevo que nos dio El Señor.
Porque, por la fuerza de las circunstancias, sentimos la indignación que produce la sistemática amenaza de muerte en que nos han colocado los violentos.
Porque, en medio de la desesperanza, está la palabra de Jesús que consuela, pero que nos exige tomar partido, dándole sentido de vida cristiana a nuestra existencia.
Porque podemos entender que somos responsables ante Dios, por lo bueno y lo malo de nuestros actos.
Porque fuimos enviados a este mundo con el fin de transformarlo, en procura de alcanzar el fin último de su existencia: LA VERDAD, motor de las ciencias, de la filosofía, de la cultura, de las artes y de la religión.
Finalmente, porque, considerando las circunstancias en las que se encuentra nuestro país y las inmensas oportunidades de cambio que nos brinda, en medio de su angustiosa situación; debemos decir, con esperanza y sin temor:
“NOS ATACÓ EL CÁNCER ¡GRACIAS A DIOS!”
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