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Los propietarios de las empresas, no pueden olvidar la función social que les corresponde. No solo porque olvidarla puede, con muy alta probabilidad, afectar la sostenibilidad futura de su negocio, sino, porque, además, su deseo de trascendencia en este mundo; léase el reconocimiento y aprecio de la gente, por su gestión empresarial y social, seguramente se verá afectada con el juicio social de todos aquellos con que el empresario se relacionó en vida.

Esto, no solamente afectará el negocio en sí, sino también, las generaciones futuras que, en algunos casos, por los malos manejos de sus antepasados, tendrán que cargar con el lastre de sus ancestros en las siguientes generaciones.

¡Cuántos casos no se han visto de empresas fracasadas!, después de su éxito aparente, como producto de la censura que de ella hacen los consumidores y los grupos sociales afectados de diversas formas.

Y cuántas familias no han visto afectada su imagen y su tranquilidad, por las irresponsabilidades de algunos de sus miembros que, faltos de los mínimos éticos fundamentales, despedazaron patrimonios, abusando de la confianza de aquellos con que se relacionaban, en beneficio propio y en detrimento de los suyos, con el exclusivo fin de engrosar su capital.

Todos estos abusos hacen que ese sentido primario de la trascendencia, no se logre, en el buen sentido esperado, y que esa trascendencia sobrenatural en que muchos creemos y entendemos como la definitiva, bien pueda quedar puesta en riesgo.

¿Vale la pena, entonces, considerar este propósito superior del empresario de procurar contribuir al bien común para asegurar el futuro de su negocio?

Si la respuesta es positiva. Es importante fijar las prioridades en función de la responsabilidad social que corresponde.

Primero, es la función económica sostenible en el mediano y largo plazo. Se logra con base en estrategias de mercadeo y servicio en general que se concreten en experiencias totalmente satisfactorias para los clientes. Punto en el que debe estar involucrada la organización, en cada uno de los eslabones de la cadena productiva. El entendimiento total, por parte de todos los involucrados, de este objetivo y la necesidad imperiosa de lograrlo, es la única opción válida para asegurar el futuro de la empresa y la estabilidad de sus trabajadores.

En segundo lugar, es necesario asegurar la permanencia y justa remuneración de los trabajadores. Acompañando el proceso con estímulos y motivaciones que permitan lograr el compromiso permanente de cada uno de ellos con la misión y visión del negocio. La unión hace la fuerza, pero solamente si todos tiran de la cuerda para el mismo lado.

En tercer lugar, es imperioso desarrollar una estrategia adecuada de relación con el medio ambiente. Las personas y la naturaleza en el entorno más inmediato. En este sentido, es necesario entender que las mínimas exigencias y derechos que consideramos para nosotros, son los mismos que debemos otorgar a aquellos que nos rodean. Es por ello que, cumplidos los puntos anteriores, esta tercera prioridad, es fundamental para la buena convivencia y el logro de las metas que se propone la empresa.

Tiene mucho que ver con la construcción del bien común, entendida como la red de suministros y servicios sociales necesarios para el crecimiento y desarrollo de la sociedad y cada uno de los individuos que la componen. Todo ello, dentro de criterios responsables de reconocimiento a las diferencias y las libertades de cada una de las personas que socialmente se relacionan con la empresa.

Solamente así, podremos garantizar un futuro mejor para nuestros hijos y la sociedad en general.

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