Estamos en Adviento, época preparatoria de la Navidad. Es la venida del Señor. Es época de reflexión.
La reflexión del cristiano, es la oración. Es un encuentro especial con Dios. Es una conversación, humilde y sincera con Nuestro Padre que está en el Cielo y que tiene tiempo para compartir con nosotros, cada momento que lo necesitamos.
Pongamos en las manos del Padre todas nuestras alegrías, pero también las angustias: nuestros proyectos, nuestros logros y desaciertos y, finalmente, pidamos consejo. Mucho consejo, para tomar las decisiones que tengamos que tomar, sin perder las prioridades y ofreciendo todos nuestros trabajos a Dios, de manera que, cuando recojamos los frutos, tengamos los mejores de ellos para ofrecer, como los antiguos patriarcas, lo mejor para Dios.
Dios vino a traernos la paz. Recibámosla con alegría y confianza, empezando por nuestra paz interior. De manera que seamos constructores de paz y no de violencia. No a la violencia de la acción.
No a la violencia de las palabras. No a la violencia de nuestros juicios ni pensamientos. Dejemos que las paz de Dios penetre todo. Nuestro cuerpo, nuestro pensamiento y nuestro espíritu.
Que nos dé la gracia del perdón a nuestro hermano equivocado; que lo acerque a nuestro hogar y lo recibamos con cariño y sin resentimiento.
Que Dios nos guíe y nos guarde por toda la eternidad.
Amen.
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