Se hace perentoria una reforma tributaria que responda a las necesidades reales del país.
Esas necesidades son las de mayoría de los colombianos, que no son los grandes empresarios ni los millonarios que detectan el 80% de la riqueza del país. Son los miserables que no tienen acceso a la salud ni a la educación. Aquellos, cuyo salario no alcanza para pagar una comida completa al día; los desplazados de sus tierras que calleron en manos de los caballeros de industria del campo que usurparon sus tierras y, ahora, pretenden los puestos de control del Estado.
Aquellos, sin acceso a educación de calidad y que han sido víctimas de la violencia criminal en las regiones más apartas y empobrecidas del país.
Aquellos que, por aspirar a la paz, tan anhelada, caen asesinados por las balas de los que pretenden mantener una de las sociedades más injustas y desiguales del planeta.
La economía moderna ha demostrado, en la teoría y en la práctica, que solamente un Estado que promueva la eliminación de la pobreza, desarrolle y expanda su clase media y su capacidad consumidora, puede disparar el desarrollo y el proceso de los grandes y pequeños empresarios que viven de la venta de sus productos y servicios.
Este es el mayor estímulo para los emprendedores que, por esta vía, se animan a incrementar sus inversiones y, por tanto, a crear empleo y así distribuir riqueza.
Ya el país y el nuevo ministro de hacienda, vieron, a principios del siglo, cómo otra reforma tributaria, salida del gobierno de turno, redujo los salarios de los trabajadores, afectando sus merecidas horas extras. Esto no generó más empleo, como era la hipótesis. Ni generó impacto en el crecimiento del PIB. La única cifra que impactó fue la de desigualdad que continuó manteniéndonos como el segundo país más desigual de América y uno de los diez más inequitativos del mundo.
La reforma liberal de los Estados Unidos que redujo el impuesto a las empresas, en la primera década de este siglo, mostró que ese dinero se destinó a la recompra de acciones de los accionistas mayoritarios que consolidaron su posición dominante en las organizaciones, sin crear ningún empleo.
El otro fenómeno que es irrebatible, es que los grandes empresarios ahorran en los países donde las condiciones de estabilidad macroeconómica asegura buenas tasas de interés real y la protección de sus inversiones en el largo plazo.
Esto ha provocado siempre la extracción de los ahorros de los poderosos, hacia paraísos fiscales donde la relación tasa de interés versus tributación les sea más favorable. Esto, por tanto, ni genera empleo en los países de dónde proviene el ahorro ni en los que lo reciben.
También aquí, la experiencia de tales paraísos, muestra que no se crean, con estos dineros, nuevas empresas, sino que se convierten en estaciones de paso de tales dineros, para invertir, después, en países que aseguran demanda con buen valor agregado y, por tanto, allí sí se genera el tan anhelado empleo. Gracias a una clase media fuerte y consumidora.
Los empresarios, son al mercado, cómo las moscas a la miel. Si no hay miel, no hay moscas. Si no hay mercado, no hay empresarios.
En la medida en que la clase media se afecta, reduciendo su capacidad de consumo por la vía de mayores impuestos, mientras se reducen los de los empresarios, por los beneficios fiscales que los favorecen, estos no van a generar empleo en sus empresas, pues evidentemente se reduce la demanda de sus productos y servicios por la asfixia que produce el Estado sobre los consumidores que reducen sus gastos y, por tanto, su capacidad de compra.
La creación de empresas y de puestos de trabajo es una relación directa a la capacidad de demanda de los mercados. Esto no puede desconocerlo quien intenta animar la dinámica de producción de productos y servicios, para generar demanda.
Ahora bien, esto genera un círculo virtuoso por vía del aumento de la demanda y el consecuente aumento de puestos de trabajo. La vía del aumento de tributación a los consumidores, es el perfecto círculo perverso: disminuye la demanda y, por tanto, los puestos de trabajo.
excelente blog y por supuesto muy de acuerdo con sus apreciaciones, si hacemos una reforma debe ser encaminada a reactivar el aparato productivo y eso pasa por dinamizar el consumo interno que es donde tenemos la gran oportunidad para nuestros empresarios para esto necesitamos generar consumidores nuevos con ingresos frescos que demanden bienes y servicios y no se genere una espiral inflacionaria, y todo en el menor tiempo posible, entonces la solución es avanzar hacia la jornada laboral de 36 horas semanales que creara oportunidades de trabajo para todos en especial jóvenes y mujeres, incrementando la demanda con nuevos consumadores, pero también habrá mas producción manteniendo la inflación estable, colateralmente se disminuirán subsidios se mejorara la seguridad y el bienestar y calidad de vida aumentara exponencialmente, mejorarando todos los indicadores sociales y el crecimiento de las empresas y la economía estará garantizado ya que al darle ingresos a los trabajadores estros lo emplearan en consumo interno diferente al de los ricos que los gastaran fuera del país, esto iria en la vía de la reducción de impuestos para las empresas mas a las pequeñas y micro, y también mirar parafiscales como los de cajas de compensación que pasarían al mismo régimen del sena o icbf, y hacia futuro estudiar la posibilidad de salud y pensión universal
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Gracias
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