“Saturados de información y el limitado tiempo que tenemos para procesarla, es lo que hace en muchas situaciones y escenarios que resultemos adoptando posiciones sin profundizar, asumiendo explicaciones ajenas, con interpretaciones variables, postrando el rigor y el buen oficio para determinar y concluir; es esto lo que la sicología denomina el error fundamental de la atribución”.
Lee Ross, 1977
Un tema que nos inquieta -y que para mi gusto aplica en muchos escenarios- es el error de la atribución cuando se trata del uso de los insecticidas, fungicidas y herbicidas que protegen los cultivos de las plagas, enfermedades y malas hierbas.
Una reflexión obligada es considerar que los cultivos son seres vivos y que, al igual que los humanos, sufren quebrantos de salud, por lo que requieren tratamientos integrales que garanticen su vida. Necesitarán, como nosotros, el consumo de medicamentos legales, para aplicarlos en la dosis estricta y necesaria, justo como el profesional lo indique.
Los cultivos sanos nutrirán muchas bocas por su oferta y calidad. Por eso otorgar la importancia al acompañamiento de los agricultores es fundamental, porque ellos requieren cuidar su producción ante cualquier ataque. De no hacerlo, podrían perder una cosecha entera. Un dato que no es menor: según la FAO, las pestes y enfermedades vegetales suponen un 30 % de las pérdidas de las cosechas en todo el mundo.
Productos legales versus ilegales
Los plaguicidas no se aprueban mágicamente, por el contrario, se investigan por más de 11 años, con una inversión superior a los 280 millones de dólares, para soportar los estudios de seguridad en lo ambiental, toxicológico y eficacia agronómica. De casi 160 mil moléculas que se analizan solo una sale al campo.
En Colombia tres autoridades gubernamentales (ICA, INS y la ANLA) evalúan estos productos bajo parámetros internacionales para aprobar su uso, reconocimiento hecho por la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) cuando auditó nuestro país. Por esto, insinuar que Colombia no hace bien la evaluación de estos productos es apoyar o hacer caja de resonancia a múltiples pretensiones para desestimar una labor rigurosa.
En cambio, los productos ilegales sí salen del sombrero del mago y circulan por todo el país. Una vez los agricultores los usan, son un problema de gran calibre por las afectaciones a la salud, al ambiente y a los cultivos. Por tal razón, atribuir una etiqueta a los plaguicidas sin diferenciar los legales de los ilegales, es un error fundamental que debemos superar.
Necesitamos trabajar por la protección del mercado legal de agroquímicos, lo merece nuestra salud, la protección del medio ambiente y la producción del campo colombiano.
Definitivamente no basta sólo con escuchar, también debemos procesar y verificar, antes que generalizar o etiquetar en detrimento de nuestros propios sueños, como lo es, por ejemplo, lograr una agricultura sostenible que alimente al mundo.
Los invito entonces a que evitemos el error fundamental de la atribución, que aparece en muchos escenarios de la vida. Construyamos juntos el rigor y el juicio integral de las múltiples situaciones de nuestro existir.
Nos vemos pronto.
excelente post
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