Se nos ha enseñado que el dinero es un recurso neutral de intercambio, que su uso no está atravesado por valores morales o normas culturales y es únicamente un medio de cambio; sin embargo, el dinero es un recurso simbólico que porta significados y representaciones, entre ellas las de género, que han contribuido a limitar el reconocimiento del importante papel que ha tenido el dinero de las mujeres en la economía global.
Con esto queremos poner sobre la mesa que el dinero tiene un carácter social, con significados culturales y políticos y con consecuencias que no muchas veces la ciencia económica se ha permitido evaluar. Para pensarlo, proponemos dos caminos: la manera en la que las mujeres tienen acceso al dinero y la forma en la que lo gastan-intercambian.
Para desarrollar la primera idea tenemos que empezar por preguntarnos cómo se han incorporado las mujeres al mercado laboral remunerado y en qué términos. De acuerdo con una investigación publicada en el Harvard Business Review, las mujeres tienen cada vez una mayor presencia en el mercado global con un crecimiento mucho más importante que el de India y China juntas. Sin embargo, de acuerdo con el Foro Económico Mundial, aún en el 2020 sigue existiendo una brecha en el indicador global de igualdad entre hombres y mujeres del 31.4%.
De acuerdo con la OIT, el acceso al mercado laboral por parte de las mujeres ha sido significativo en las últimas dos décadas y ha existido una disminución de la desigualdad de género, aunque aún la brecha salarial, de acceso a oportunidades de empleo de calidad y formalidad siguen siendo una seria problemática que aqueja principalmente a los países de regiones como Latinoamérica, en donde también existe una gran diferencia social y económica por variables como la forma de incorporación al mercado laboral, residencia en sectores urbanos y rurales o niveles educativos.
Por otro lado, para pensar la forma en la que las mujeres gastan el dinero que ganan, hay que mencionar que la participación de ellas en el consumo global ha crecido a un ritmo acelerado en la última década. Si bien esto es un reflejo de su inserción al mercado laboral, es necesario comprender que a pesar de este crecimiento, existen dimensiones respecto a los patrones de consumo de las mujeres que vale la pena analizar, que obedecen no solo a las transformaciones en su capacidad de gasto en ciertos bienes de consumo, sino al sentido que las mujeres han dado al dinero a partir de los contextos en donde lo ganan y gastan, de otras características que cruzan y complejizan su identidad (como la edad, la pertenencia étnica, la orientación sexual, la discapacidad, la condición migratoria, entre otras) y de los vínculos sociales que establecen con otros grupos y personas.
De acuerdo con los hallazgos de la investigadora de la universidad de Princeton Viviana Zelizer, a cada transacción de dinero las personas le dan un sentido y crean distinciones que incorporan en redes íntimas como las familiares y las amistades o en relaciones comerciales. En este sentido, podríamos afirmar que el dinero es portador de significados sobre lo que cultural y socialmente se identifica con las mujeres-femenino y los hombres-masculino y se puede analizar como un elemento significativo en la reproducción de las relaciones de poder entre mujeres y hombres.
Por ejemplo, el dinero que gastan las mujeres ha sido objeto de una disminución simbólica por parte de la sociedad y del mercado mismo. Es decir, no solo se trata de una disminución real en cuanto a la brecha salarial que ocasiona que las mujeres gasten menos cantidades de dinero que lo que pueden gastar ciertos hombres, sino que las mujeres gastan su dinero en bienes y servicios que no son valorados social, política y económicamente. Esto está marcado por expectativas sociales y culturales -de género– que se tienen en relación con el uso que las mujeres “deben” darle a su dinero y que se orientan principalmente hacia un gasto en bienes relacionados con la alimentación, el vestido y la vivienda, que son los elementos necesarios para la sostenibilidad de la vida, no solo la suya, sino la de sus familias. Paradójicamente, el dinero de las mujeres no tiene la misma respetabilidad que el dinero de los hombres, a pesar de que es el dinero de ellas el que está mayormente destinado al cuidado y a la reproducción social de la vida colectiva.
A partir de estas ideas, queremos dejar abierta la reflexión acerca de la presión adicional que reciben las mujeres sobre la obtención y el manejo de su propio dinero. Por un lado, porque su dinero no es valorado social y económicamente e incluso en algunos contextos se sigue considerando como un ingreso “adicional” a la economía familiar y, por el otro, porque al gasto del dinero de las mujeres se le otorga un significado íntimamente relacionado con el mandato del cuidado que “les corresponde” por el hecho de ser mujeres. Frente a esta realidad, tendríamos que preguntarnos qué tanto hemos reconocido el valor que el dinero de las mujeres ha tenido no solo para el funcionamiento de la economía global, sino para la sostenibilidad de la vida.
Dra. Luz del Carmen Jiménez Portilla – Investigación – Universidad Veracruzana – México
Dr. Carlos Alfonso Laverde Rodríguez – Investigación – Universidad Santo Tomás – Colombia
Referencias bibliográficas
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Silverberg, M. (2008). “After the gran tour. The modern girl, the new woman, an the colonial maiden”. En The modern girl around the world. Consumption, modernity an globalization. Duke University Press.
Téllez, J. (octubre 2019). “Un nuevo consumidor colombiano: hábitos y tendencias”. Investigación presentada en el Foro Económico Nacional & Seminario de Actividad Edificadora. Camacol Nacional.
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