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Septiembre de 2008 fue un mes negro para la economía mundial, comenzó en Estados Unidos la que sería una de las crisis económicas más profundas después de la crisis de 1930. Para el gobierno y el ciudadano común norteamericano la crisis es sólo un recuerdo doloroso y aunque la economía marcha bien –pues el PIB se expande, el crecimiento per cápita volvió a los niveles pre-crisis y el desempleo cae– el fantasma de la crisis se mantiene presente, puesto que aún no hay respuestas claras a preguntas como: ¿Hasta cuándo mantener el estímulo monetario de la Reserva Federal (FED)? ¿Deberían la FED mantener la tasa de interés en niveles cercanos al cero absoluto? ¿Quién debería suceder a Bernanke, alguien cercano a Wall Street o a los reguladores o amigo de los estímulos?

 

La primera  víctima de la crisis de 2008 fue el otrora poderoso banco de inversión Bear Stern, en un acto audaz la FED ayudó a J.P Morgan a salvarlo, pero nadie se imaginaba que el gigante Lehman Brothers sería el siguiente gran banco en colapsar sin que nadie pudiera salvarlo, en especial si el gobierno quería darle un lección a los excentricos banqueros y ejecutivos de Wall Street. Lo que sucedió en adelante fue la historia ya conocida de una crisis financiera cuyo efecto dominó por poco arrasa con el sistema financiero norteamericano, pasó a Europa convertido en crisis de deuda soberana  y aún tiene sumidos en una recesión a países como España y Grecia.

 

El costo neto de la crisis para los norteamericanos  fue alrededor de 21 mil millones de US$, puesto que 428 mil millones de US$ –cerca del 60% del paquete original del plan de salvamento de Bush, conocido como Programa de Alivio de Activos en Problemas– ya fueron devueltos por los salvados, el 40% restante no ese utilizó. Pero se perdió más que dinero, se perdieron empleos, familias quebraron, negocios se hundieron, pensiones se embolataron y, sobre todo, se perdió la confianza en un sistema financiero que hasta entonces había sido ejemplo de autorregulación y funcionaba bajo el paradigma del libre mercado.

 

Pero co-responsable de la crisis fue también el gobierno que no reguló en el momento preciso y permitió los excesos de Wall Street. Por eso no es raro que hoy los reguladores visiten con frecuencia los grandes bancos, antes de la crisis solo un par de decenas de ellos estaban en guardia, hoy pasan del centenar.

 

Regular! esa ha sido una de las grandes lecciones de la crisis, que deja también como enseñanza las pruebas de resistencia a los bancos –diseñadas en USA y luego aplicadas en Europa aunque con menos ímpetu–, y deja también como lección que una política fiscal y monetaria bien administrada y audaz puede ser fundamental en momentos de amenaza de recesión.

 

Los espasmos de la crisis son cada vez menores, es un tenue eco del pasado, la economía es estable, algunos hábitos en Wall Street cambiaron, la regulación es más estricta, el sistema de alertas tempranas es más sofisticado; pero el temor por los excesos, sin embargo, es un fantasma que aún ronda. La crisis sin duda dejó costos, pero por fortuna también dejó lecciones.

 

@jhbarrientos 

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