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No es la primera vez que se menciona en el país ésta idea, este embeleco. Solo habría  una razón verdadera para tomarla en serio y es si pasáramos por una hiperinflación, como la de Alemania al final de la segunda guerra mundial, o las de Brasil y Argentina en los años ochenta, entre otros ejemplos. En dichos casos no solo se ha justificado el cambio de moneda sino que además ha sido un experimento exitoso.

 


Otro argumento esgrimido por los pro-cambistas, aunque falso, es que quitarle ceros a las monedas permite luchar contra la depreciación del tipo de cambio, lo cual evidentemente no es un problema hoy, más bien lo opuesto; Pero pongamos ejemplos, Brasil cambio la moneda e implanto el Real, controló la hiperinflación pero debió devaluar; Argentina cambió la moneda, implantó el Peso, controlo la hiperinflación pero debió devaluar, Venezuela no hace mucho paso por lo mismo, pero fue peor aún, no controló la inflación que está disparada y sigue devaluado, de hecho hay tres tipos de cambio (cosas de la nueva economía bolivariana).


Pero además de dicha justificación, hay que poner de relieve que de aprobarse la Ley de marras puede ser inconstitucional. Dicho de otro modo, podría ir en contra de la labor que constitucionalmente tiene el Banco de la República: la de preservar el poder adquisitivo de la moneda. En éste último punto es importante resaltar que el cambio de moneda tiene el efecto de controlar las hiperinflaciones, no obstante en economías de baja inflación como la colombiana, tendría el efecto opuesto, no llegar a híper-inflar los precios, pero si incrementarlos, digamos dos o tres puntos porcentuales, lo cual en nuestro contexto si sería un desastre, además de acabar con años de esfuerzo del Banco de la República.


Lo anterior implica pues que pasar de viejos pesos a nuevos pesos afectaría el bienestar de las personas, habida cuenta de que la sensación de pérdida de poder adquisitivo sería inevitable al incrementarse el nivel de precios por cuenta del efecto  “redondeo” (los precios entonces van hacia el alza como ocurrió en Europa con el euro). Por ejemplo, sí  hoy algo cuesta 2850 pesos con el cambio quedaría en 2 nuevos pesos con 85 centavos, es entonces fácil prever que el bien en cuestión tenderá a costar 3 nuevos pesos. El cambio de moneda obligaría a tener monedas de 1, 2, 5 y 10 céntimos las cuales, como ocurre con nuestras monedas de 20 pesos,  nadie las querrá en el bolsillo.


Pero a los costos del cambio de moneda (nuevos billetes y monedas), hay que sumarle la incertidumbre durante el cambio, habrá moneda paralela y de paso incrementos de costo de menú, que es el costo de cambiar los precios en las etiquetas de los bienes en supermercados, restaurantes y el comercio en general. Este costo se debe compensar con el redondeo hacía arriba.


Cambiar la moneda es pues un capricho, un embeleco,costoso e innecesario, en un país como Colombia que no lo requiere y que necesita verdaderos y rigurosos proyectos de Ley para mejorarlo en otros aspectos como salud o justicia, entre otros.

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