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La semana pasada murió a los 83 años Gary Becker, uno de los economistas más influyentes de la segunda mitad del siglo XX. La mayoría de los medios de comunicación del mundo registraron la muerte de Becker como el economista  galardonado con el Premio Nobel de Economía en 1992, por la extensión y aplicación del análisis microeconómico a un amplio espectro del comportamiento humano, incluso la fundación Nobel resalta que los campos de interés de Becker eran la sociología económica y la microeconomía.  En efecto, Becker fue un economista para quien el comportamiento humano es el resultado no solo de observar la oferta, la demanda y los precios sino también, como él mismo diría, “es el resultado de un conjunto mucho más rico de valores y preferencias”.

 

Digamos que el título de sociólogo racional le sienta bien, con ello queremos decir que el trabajo de Becker se caracterizó por el uso de sofisticados razonamientos económicos, incluyendo moderadas dosis de matemáticas, para dar respuesta a problemas que eran considerados del dominio de otras disciplinas, la ciencia política, la sociología, etc. Becker se preocupó por los problemas de decisión de los agentes que no necesariamente involucra instantáneamente un mecanismo de precios pero si una compensación presente o futura, e intento dar una explicación lógica y racional a preguntas cotidianas como ¿Por qué se casa la gente? ¿Debo acumular capital humano? ¿Cuántos hijos tener? ¿Es el cigarrillo adictivo? ¿Es la discriminación un fenómeno ajeno a los intereses económicos? ¿Cuál es el costo y el beneficio de cometer un crimen?

 

Pero más que un investigador consagrado y un académico formidable, Becker fue un intelectual de amplio pensamiento, un heterodoxo para sus colegas en la Universidad de Chicago, pero pese a ello un científico con fuertes convicciones sobre la racionalidad de los agentes y las bondades del funcionamiento del libre mercado. Este aspecto se nota en dos asuntos prácticos: la guerra contra las drogas y las crisis económicas. Frente a lo primero, Becker es un convencido del adicto racional, lo que es sin duda un fuerte supuesto que al no cumplirse, hacen que el modelo actual de lucha antidroga no tenga otro camino que el fracaso.

 

Respecto a lo segundo, su fe en el libre mercado se mantuvo intacta, pese a que la poca regulación del mercado financiero casi lleva al derrumbamiento de la economía norteamericana. “Los mercados no hicieron un buen trabajo antes de la crisis financiera de 2008”  fue la respuesta que dio en una entrevista para el magazine the New Yorker en 2010. Cuando le preguntaron sobre si creía que Wall Street necesitaba más regulación, se limitó a contestar que sí, pero que no confiaba del todo en los reguladores, exactamente contesto: “Well, I do. I think some additional regulation is needed, and I’ve called for some. But I don’t think you can rely on regulators, because they fail along with the market”.

 

Gary Becker fue influyente como pocos economistas y un académico que no estuvo del todo ajeno al debate en materia política, pues pese a su tendencia conservadora fue un gran crítico del sus copartidarios republicanos frente a temas como Cuba o la despenalización de la mariguana.  No cabe duda, con la muerte de Gary Becker se va un crítico, un filósofo, un hombre de una inmensa talla intelectual, dejando una silla difícil de llenar.

 

@jhbarrientos

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