En las últimas semanas han sido noticias los reclamos de ayudas de muchos sectores productivos del país través de diferentes mecanismos como subsidios, intervención en el mercado cambiario, modificación arancelaria, etc. En la mayoría de los casos, la culpa de la maltrecha situación en que se encuentran los productores es atribuida a la revaluación, a los precios internacionales, al contrabando, a los TLCs vigentes, etc; pero nunca a la baja productividad o falta de preparación para enfrentar el libre comercio.En todo caso, las ayudas no se han hecho esperar y el gobierno tiene planeado sacar la chequera para ayudar a los arroceros, lo lecheros, los cafeteros, los marroquineros, los textileros, los camioneros y a todo aquel que, con justa causa o no, se queje.
Los pedidos, que en época pre-electoral se exacerban, en especial con un ejecutivo pendiente de la reelección, lo extraño es que al votante típico parece no interesarle los temas económicos en los programas de gobierno o se comportan simplemente como de manera racionalmente ignorante. Aunque no debería sorprender, pues la mayoría de gente, empezando por los estudiantes universitarios de economía ignora cuál es el PIB o la meta de inflación, incluso ven como poco –y hasta con buenos ojos – las exorbitantes ayudas que el Gobierno destina a productores en sectores rezagados en eficiencia y productividad.
Es claro que en política las necesidades de unos pocos pesan más que las necesidades de muchos. Por si el lector no se ha dado cuenta, el programa del gobierno (como regla general) para ganar popularidad hoy –y votos en las próximas elecciones– ha consistido en quitarle 4.5 billones a un gran grupo de electores (a la clase media a través de la reforma tributaria), para luego darle, supongamos, 3 billones a otro grupo de electores mucho más pequeño –pero poder de lobby y convocatoria – y el resto despilfarrarlo. ¿Votarían ustedes por este programa de gobierno? Dirán que no, pero eso es lo que harán los Colombianos el año próximo.
Naturalmente, toda esta política de apoyo se presenta desde la perspectiva de defensa del agro y el fortalecimiento de la industria o de la protección de los puestos de trabajo ante la competencia extranjera. Pero señor elector y contribuyente tenga en cuenta que todo esto le cuesta. Cualquiera que entienda algo de economía sabe que imponer barreras arancelarias no es buena idea, pues encarece los productos nacionales tanto para consumo interno como externo.
Por supuesto que las barreras y subsidios benefician efectivamente a los productores colombianos, pero mientras 45 millones de persona pierden con el proteccionismo y las subvenciones, unos poco miles ganan mucho, y lo peor es que la mayor parte va para una élite muy reducida –recuerden Agro Ingreso Seguro–. Esto resultado parece muy irracional como para que sea producido por una sociedad democrática, pero es la lógica de la política racional.
El problema, sin solución, radica en que si cada uno de los 31 millones de colombianos habilitados para votar aportara un dólar para la campaña de un candidato que defendiera sus intereses, ejercería una presión considerable para evitar el proteccionismo y los subsidios a ultranza que les desangra los bolsillos.
La conclusión no puede ser más desalentadora: la lógica de la política racional supone nuestros votos tienen poco valor porque cada ciudadano tiene muy poco que perder.
@jhbarrientos
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