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Siempre he pensado que Colombia ya que no ha podido llevar a cabo revoluciones sociales, industriales ni, mucho menos, tecnológicas, con éxito, debería darse a la tarea sin descanso de buscar revoluciones institucionales. A eso deberían dedicarse gran parte de los líderes políticos y sociales a todos los niveles. La existencia de instituciones sólidas, cuya  efectividad y operatividad no dependan de una persona, y que transmitan seguridad y confianza a los ciudadanos es fundamental en el transito al desarrollo de una sociedad.

 

Las instituciones con credibilidad promueven un crecimiento económico sostenido y una distribución de la renta menos inequitativa. Es absolutamente vergonzoso que en un país como Colombia el legislativo y los partidos políticos sean las instituciones percibidas como más corruptas (según el Barómetro Global de la Corrupción 2013); precisamente las instituciones en las que más confianza deberíamos tener, pues regulan las relaciones entre todas las demás instituciones y la ciudadanía. Pese a eso, ese congreso que hoy legisla no se eligió solo, lo eligieron millones de colombianos que fueron a las urnas. Lamentablemente, nada hace presagiar que la situación cambie en los años venideros.

 

Pero volviendo a las instituciones, la calidad y fortaleza de éstas estarían detrás de gran parte de la explicación en la diferencia en el grado de desarrollo de los países. Acemoglu y Robinson (2012) en Why Nation Fail, proveen una exhaustiva revisión histórica, aderezada con una elegante explicación económica de como las instituciones (y los incentivos) han sido fundamentales, por ejemplo, en la explicación de la abismal diferencia en el nivel socioeconómico entre Estados Unidos y México, pero el análisis se puede extender sin pérdida de generalidad (y muy a nuestro pesar) al resto de América Latina.

 

El esquisito razonamiento de Acemoglu y Robinson, comienza con una comparación entre dos pequeñas ciudades, ambas llamadas Nogales, una en Sonora (México) y otra en Arizona (E.U.A), y solo separados por una cerca que delimita la frontera entre ambos países. Ambas ciudades comparten la misma geografía y clima, la misma cultura ancestral, la misma comida, incluso el mismo tipo de enfermedades prevalecientes en el área, etc. Nogales del sur, sin embargo, tiene un deficiente sistema de salud, altos índices de violencia, el ingreso es un tercio del de Nogales del norte, el desempleo es alto, la esperanza de vida baja, etc.

 

La diferencia en la evolución de ambas ciudades radica tanto en el acceso, como en la diferencia en la calidad de las instituciones que favorecieron el desarrollo de otras dimensiones como la social y la económica. Los mundos en que viven sus habitantes son completamente diferentes debido a que han sido moldeados por deferencias en las instituciones.

 

No es pues una exageración afirmar que la modificación de las instituciones a la medida de las personas y no a la medida de la sociedad trae, por lo general, consecuencias dramáticas y de muy largo plazo sobre el desarrollo de los países, y que se convierten en una trampa de la cual parece difícil salir. La experiencia dolorosa y la historia demuestran que a 213 años de su independencia, la única y verdadera revolución que Colombia debe emprender hoy es la institucional.

@jhbarrientos

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