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El siglo XXI ha demostrado ser un periodo de fuertes cambios políticos, sociales, culturales, y por supuesto, económicos. Muchos de estos como consecuencia de los excesos vividos el siglo pasado, periodo que para el gran historiador Eric Hobsbawn, fue una era de extremos.

 

Los ataques del 11 de septiembre y la crisis económica desatada en 2008 no son más que la continuación de procesos de hace varias décadas, y a la vez son los pilares de la historia que se escribe en este siglo, ya que es el siglo XXI la era donde la sociedad está viviendo los estragos de tales extremos.

 

No hay que ir muy lejos para ver que las crisis económicas cada vez se vuelven más recurrentes y agudas. Sólo hay que recordar que a principios del año 2000 la FED se tuvo que enfrentar a una crisis tecnológica (Dot Com), lo que a su vez trajo nuevos excesos por parte de la Reserva Federal (alta liquidez y tasas de interés muy bajas) que generaron posteriormente una de las peores crisis económicas de la Historia: la crisis inmobiliaria de 2008. Para recuperar su economía, Estados Unidos recurrió de nuevo a la vieja receta, alta liquidez a un costo muy bajo, y ahora todos temen por los precios de los activos financieros.

 

Esta situación ha elevado la presión sobre la FED, a la espera de un pronto aumento en las tasas de interés que permita disminuir el riesgo de una “Burbuja”. No obstante, China sorprendió al mundo al devaluar su moneda, en procura de sostener un crecimiento que cada vez se ve más débil. Lo que pone a Estados Unidos contra las cuerdas, pues si eleva ahora sus tasas de interés va a perder competitividad frente el “Gigante Asiático” y si posterga esa medida por mucho tiempo su economía podría sufrir las consecuencias.

 

Pero estos extremos no sólo se viven en Estados Unidos o China, sino que cada país es participe en alguna medida. Gastos extravagantes, excesos de endeudamiento o baja inversión productiva han llevado a muchos Estados a enfrentarse a tasas de inflación o muy altas (Venezuela, Brasil, Rusia) o muy bajas (Europa, Estados Unidos). Desequilibrios fiscales, crecimientos mediocres y precios de materias primas cayendo, son la constante en la economía mundial que cada vez teme más por lo que pueda pasar a corto plazo con la producción mundial; y es que los libros de macroeconomía ya no dan respuesta a los nuevos fenómenos que se empiezan a vivir, y ya ninguna receta económica puede ser aplicada sin dejar a su paso grandes interrogantes.

 

Esa “Exuberancia Irracional” de la que hablaba Greenspan en la Reserva Federal y de la que el mundo fue testigo por muchos años, ahora pasa factura y llena de nerviosismo a los mercados mundiales, haciendo que los activos financieros caigan a grandes velocidades, presos de un pánico a gran escala.

 

Este es el legado de una era de extremos.    

 

@joseluisalayon

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