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“Yo le hago a Usted lo que me plazca y ni se le ocurra hacerme algo porque verá entonces la fiera que hay dentro de mí”…Pareciera decir el malvado cuando nos hace una picardía…

 

Muchos años he estado observando el comportamiento de las personas a nivel empresarial y familiar, respecto a su actitud frente a las fallas o errores, y tengo que confesar que lamentablemente, lo que he encontrado es un altísimo grado de inmadurez, que lleva permanentemente a la gente a rechazar o negar sus equivocaciones.

 

El contrasentido que a ratos nos confunde, es que la persona que comente un error o una falla no solamente se contenta con no reconocerlo u ocultarlo o hacerse el despistado, como los niños pequeños, sino que por el contrario, se torna agresiva y malhumorada, adoptando casi siempre la posición propia de quien debiera estar preocupado con la falla o la equivocación en calidad de jefe de la persona mencionada o en calidad de persona ofendida.

 

En términos de relaciones, lo que suele suceder con alta frecuencia es que quien hace la ofensa a otro termina jugando al indignado y actuando como si  fuera el ofendido, es decir, el mundo al revés.

 

Las empresas a su  vez se comportan como los seres humanos, e igualmente la empresa que ofende o agrede actúa como si fuera la víctima ofendida o agredida y en ese sentido ataca dos veces, la primera cuando ofendió y la segunda cuando se defiende como si fuera la ofendida. La conclusión aquí es que los malos siempre atacan, precisamente porque tienen en mente el viejo adagio que dice que “la mejor defensa es el ataque”, y lo usan con intensidad y frecuencia.

 

Uno no está preparado para que quien lo agrede termine sin pedir excusas y además a ser el ofendido. Pero como el asunto es muy  frecuente, quiero a través de esta reflexión invitarlos a mirar algunos interesantes métodos de defensa.

 

Lo primero, es estar consciente que la reacción más frecuente del que comete errores o  hace ofensas es la de defenderse siendo agresivo. El agresor o infractor no reconoce su falla o su error, no pide perdón y por el contrario, lo ve uno jugando o haciendo una actuación que más bien podría estar en manos del que recibió la ofensa o es víctima del error, es decir, si uno mira el comportamiento del malo, pareciera como si uno tuviera que pedir excusas y si se descuida termina uno siendo el culpable, o más bien tiene que solucionar las fallas, porque el verdadero personaje juega permanentemente a ser la víctima, algo así como: Si tu me ofendes me pondré bravo y si yo te ofendo también. Como el viejo cuento de: con cara gano yo y con sello pierde Usted…

 

Lo segundo, es que este tipo de personas hay que enfrentarlas o confrontarlas con fortaleza o firmeza, de tal manera que los hagamos conscientes de sus fallas o de sus ofensas y enviemos el mensaje correcto indicando nuestra posición seria y fría de exigirles una reparación del error o una reversa en la ofensa. El agresor deberá sentir claramente el peso de la ley sobre sus hombros, así como  también las consecuencias del riesgo de no dar un paso atrás.

 

Lo tercero es darle o buscarle una salida digna al agresor o infractor como puede ser el  pedir perdón o aceptar su falla para quedar como un ser humano noble y en algún momento como un valiente o un héroe. Es decir, en vez de recibir castigo salir premiado, por el esfuerzo de “poner la cara”. Esta salida ayuda a la madurez de los individuos, les hace perder el temor al castigo o a la falla y les permite salir ganando.

 

Hacer sentir al agresor como un héroe en vez de víctima, por el hecho de haber pedido perdón o de reconocer su falla, es el mejor método o antídoto contra este tipo de frecuentes personajes.

 

Una cuarta forma de manejar estos casos, consiste en aplicar el tratamiento de ignorar completamente ese tipo de personas, tachándolas de la lista y haciéndoles sentir que han dejado de existir. Este es un método muy potente y aunque parece lento e indoloro, deja al adversario desubicado y “en la lona”, no solamente por el desconcierto que genera el ser ignorado, sino porque la desconexión produce la inquietud de no saber qué está pasando, cómo le va a responder el contrario, ocasiona la pérdida del control de la situación y hace imposible  volver a agredir…. El agresor termina desesperándose y castigándose solo. Desde épocas inmemorables este tipo de actitud es un arma mortal para aquellos que acostumbran a hacerse los importantes  jugando con el método de defensa equivocado, cuando ellos son  los responsables de las fallas o las ofensas.

 

El  quinto método es el del uso de testigos a la hora de llamarle la atención, de tal manera que le cueste trabajo mentir y quede evidencia de lo que uno dice y lo que el personaje responde. La presión de la gente ayuda a neutralizar las salidas viciosas del  bandido. La verdad es que este tipo de personas tiene tanto susto que por esa razón prefieren evadir el tener que enfrentar la situación de reconocer los errores. Imagínense el susto que les ocasiona que uno los enfrente en medio de testigos. Este tipo de personas son en general “unos gallinas” que hacen mucha bulla pero a la hora de la verdad, son solo palabras fuertes y nada más…

 

Desde luego hay otras alternativas de manejo para estos casos, que quiero dejar al lector como meditación, que surgen como fruto de esta interesante evaluación…

 

Reconocer los errores y aprender de ellos, permite mejorar y desarrollarse como individuo o como empresa. Uno comienza a mejorar el día que reconoce que está enfermo y planea una solución o busca apoyo

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