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Es imposible pasar este nuevo mes de reojo y no mencionarlo. Es inevitable decir que el mes de Halloween termina y que empieza el pre-Navidad. Antes se decía que era el mes del reinado de Cartagena, ya no. Noviembre. Termina el mes con un dólar a 3.041,80 pesos (para el lector o la lectora interesada en divisar la divisa), unos Tes al 6.30% y un petróleo a 54,38 dólares el barril.

 

Continúo en el modo Literatura totalmente activado. Sigo con El Honor Perdido de Katharina Blum, ya pronto lo acabo, y me quedan bastantes recuerdos. Uno de ellos es que Katharina debe lidiar con dos cualidades muy peligrosas, no diría que las más peligrosas, pero sí unas que no permiten vivir cien por ciento en paz: la fidelidad y el orgullo. Fidelidad entendida como la terquedad, el enceguecerse con algo produciéndose una devoción incondicional, el fanatismo exacerbado, el no mirar a los lados. Cocktail mezclado con el orgullo, la contumacia exacerbada. Estar ciego y tampoco querer aceptar las cosas. Ay Katharina, mi veinteañera alemana, necesitas clases de urbanidad.

 

A propósito, andaba por ahí mirando la Urbanidad de Carreño, el manual para poder nadar en la sociedad, algo que tanto necesito. Me causó mucha risa, respecto a los deberes del medio ambiente, leer lo siguiente, lo pongo textual, literal: “se debe respetar la naturaleza del mundo animal y restringir la clonación”. Qué lástima, yo que iba a clonar a mi perrito Cristo. Siquiera Carreño me lo advirtió.

 

Gracias Carreño. Prometo no clonar a mi perrito.

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