Hay algo que siempre he pensado. Ocurre que no sé quién es más auténtico: si un niño que no sabe nada o un anciano que lo sabe todo. Uno actúa con la inocencia de entrar en terrenos desconocidos y el otro actúa con la pericia de recorrer terrenos ya muy conocidos. Debe ser por eso que me encantan ambos bandos: ellos, los niños con sus juegos; y ellos, los ancianos, con sus cuentos de antaño, sus enseñanzas. Tal vez por eso sea interesante pasar de una vez de la niñez a la vejez, de la adolescencia a la vejez, sin pasar por la edad de las apariencias, las máscaras y la aparente productividad.
A veces somos oasis y a veces somos desiertos. A veces somos profesores, a veces alumnos y a veces, lo más interesante, terminamos recibiendo lecciones de los alumnos. Ahí nos damos cuenta que los roles se van intercambiando, un día nos ponemos una camiseta, luego otra , pero mantenemos los mismos zapatos.
Los fines de semana sirven para pensar, para intercambiar ideas y para descansar. Vi que hubo conciertos de Lenny Kravitz. Ojo, no hagan el chiste o cometan el error de armarle parentescos con Nina Kraviz. No los hay, así como no hay parentescos entre Emma Shaplin y Charles Chaplin. Es interesante pasear y ver cómo en un día, a las 11am, uno pasea al perro y hace un sol del verano más soleado, el día más soleado; luego a las 3pm ocurre el mayor aguacero, de los días más mojados. El clima es el mismo corazón de uno: cambiante.
Empieza esta semana y cada quién tiene sus alegrías y angustias; cada quién vive con sus propios aburrimientos pero también con sus esperanzas, sobre qué ocurrirá en un mes, en un año, qué vendrá luego. El optimismo siempre sacando el pecho.
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