(fuente: economia-profunda.blogspot.com)
Para empezar la semana, les transcribo mi artículo del sábado pasado en el periódico de Popayán «El Nuevo Liberal», sobre todos los clichés en las campañas políticas y en todos los políticos, los buenos y los malos, hoy y siempre. Dice así:
Primera escena: un candidato, no es relevante si es hombre, mujer o indeterminado. Quiere ser alcalde o presidente. Entonces resulta que el tema del día es la juventud, el foro con los jóvenes. El infomercial, publicidad o las vallas publicitarias muestran al candidato con cara de circunspecto, sonriendo y, claro está, debe estar acorde con la juventud, entonces viene el trillado término de los millenials, los centennials y que los nativos digitales, que nacieron con la internet bajo el brazo y que debemos estar acorde con la nueva generación. Por lo tanto, como les decía, el publicista se ingenia para promocionar la campaña a un muchacho con audífonos en la cabeza, no importaría si son aisladores de sonido como los Bose o si son los normales Sony redondos negros, no importa, importa es que tengan audífonos. “Sí, jefe, pongan a un muchacho con audífonos, también debe tener un jean desteñido o roto y unos Converse”. Muestran al joven con cara de preocupación, mirando para arriba, pero al lado aparece el candidato o candidata con una gorra de béisbol al lado, seguramente con Converse (¿en serio Converse? ¿porqué siempre Converse?) y diciendo que es el candidato de los jóvenes, perdón perdón, de los millenials. Y habla de Facebook y demás. El candidato loco y amigo de los jóvenes.
Segunda escena: Ahora el subject es el campo. Entonces vuelve a jugar y a aplicar sus técnicas el señor publicista. No sé si esto es de autoría del candidato o del publicista, en fin. Entonces claramente dentro de los objetivos el candidato debe mostrar empatía con la gente, por lo cual aparece sudando con unas botas Machita y con un azadón, qué sé yo. Ya no es millenial ni audífonos ni nada: ahora él o ella es polifacético entonces está abrazando a Don José o a Doña Yolanda, baila con ella algo de joropo o de salsa, se ríe, se mete a la cocina, coge un cucharón y prueba algo del sancocho que doña Yolanda o Don José está preparando. El folclor. Entonces supongamos un slogan: «yo soy el candidato del campo y cocino el porvenir del país». No sé, algo así.
Tercera escena: ahora el tema es el deporte. Vuelve y juega, literal. Hay un partido de fútbol, están en algún coliseo o en alguna cancha comunitaria. Entonces el candidato o candidata se pone la pantaloneta y coge unos guayos bien bacanos e intenta mantener la pelota en el aire. Dice algo de Messi, de Cristiano Ronaldo o echa el chiste épico: sí, que sí era gol de Yepes. El publicista propone algo como “esta vez me juego este partido por mi tierra” o «en mi gobierno no meterán goles».
Es lo que yo llamaría las empatías afectadas. Los clichés, lo iterado, lo predecible. O como dijo Otto von Bismarck: “Nunca se miente más que después de una cacería, durante una guerra y antes de las elecciones”. Más bien pondré música en mis audífonos aisladores de sonido, es más interesante y legítimo.
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