Acoso sexual y «mobbing» en la empresa. Son fenómenos muy extendidos, aunque muchas veces invisibilizados.
El 23 de marzo del 2020, colectivos de mujeres en México denunciaron la violencia psicológica y sexual de escritores mexicanos. Crearon la etiqueta #MeTooEscritoresMexicanos. La protesta reveló episodios de acoso que hasta esa fecha no habían sido denunciados por las víctimas. Esta semana, en Ecuador, las redes sociales hicieron eco de una denuncia del mismo tipo en un programa deportivo. De inmediado, aparecieron otras denuncias en hilos de Twitter. Personas que habrían sufrido en carne propia lo mismo que la presentadora del video. Varios hacían referencia a lo común de estas prácticas en el mundo de los medios y en las empresas en América Latina.
Pocos días atrás, una ejecutiva conocida me llamó, entre sollozos me contó el episodio que acababa de vivir. Su jefa le levantó la voz frente a un grupo de clientes, le hizo quedar en ridículo y la humilló. Al final me dijo: “Así es mi jefa”. Ese hecho le produjo tal decepción que estuvo a punto de renunciar. Hace años escuché a otra funcionaria de una institución del Estado que comentaba la condición que le había puesto su jefe para ascender de posición: «Debía pasar un fin de semana con él». Estas situaciones, que en muchos casos las hemos normalizado o las consideramos menores, tienen su propia clasificación.
El primero entraría en la categoría de mobbing que se entiende como acoso moral horizontal o vertical, es decir entre compañeros o entre superiores e inferiores jerárquicos. El objetivo que se supone persigue el atacante es la renuncia de la víctima, aunque no es el único objetivo. En el segundo caso, nos estamos refiriendo al acoso sexual. La diferencia se encuentra en los objetivos. Esa diferencia es importante por el tratamiento jurídico que se ofrece para cada una, aunque en ambos casos sean formas de acoso.
De cualquier forma se hace referencia a conductas como molestar, acosar, hostigar, obstaculizar o incluso agredir. Es siempre un conflicto asimétrico entre alguien que tiene más poder, posición o recursos que la víctima. Es un fenómeno que se presenta en forma de abuso emocional, hostigamiento psicológico y acoso sexual en el lugar de trabajo. Está relacionado con la violencia psicológica aunque, eventualmente, puede desencadenar violencia física.
Aunque últimamente se lo considera como una situación disfuncional y parte de los riesgos psicosociales en el entorno organizacional, no siempre se toman medidas para evitar que sucedan. Por supuesto, el primer paso es reconocer que es un problema, sin embargo, estas conductas se perpetúan por ciertas características culturales que provienen de estructuras sociales más amplias. Es decir, se originan en concepciones de nuestra propia sociedad y esa es la dificultad con la que se van a encontrar las organizaciones empresariales.
Acoso sexual
El acoso sexual es una práctica arraigada en nuestra cultura. La sufren sobre todo las mujeres. Sucede en diferentes contextos, aunque se ha visibilizado mucho en las instituciones de educación y las empresas. Actualmente se promueve la creación de herramientas jurídicas para combatirla. Sin embargo, no es suficiente. Es necesaria la promulgación de políticas educativas, políticas públicas y lo primordial, de una seria discusión de este problema en todos los núcleos de la sociedad.
«El acoso sexual es definido como cualquier avance sexual no deseado, peticiones de favores sexuales, conductas físicas o verbales o gestos de carácter sexual o cualquier otro comportamiento de naturaleza sexual que pueda ser razonablemente percibido como ofensivo o humillante por quien se ve afectado, cuando dicha conducta –en el caso del entorno laboral- interfiere con el trabajo, se usa como condición para el empleo o crea un ambiente laboral hostil u ofensivo.» CEPAL
Las consecuencias de toda forma de acoso puede ir desde cambios permanentes en la personalidad, trastornos depresivos, alienación hasta el aislamiento con graves consecuencias para la salud. Las personas que lo padecen presentan síntomas a nivel psíquico que muchas veces pasan desapercibidos o son subestimados.
¿Qué hacer desde la empresa?
Una medida inicial es el diseño de políticas que pongan en evidencia el mobbing y el acoso sexual, que apunten a crear culturas organizacionales más seguras, es decir, espacios preventivos en los que se fortalezcan los valores que persigan terminar con toda forma de acoso. Abrir un diálogo sincero y sin condiciones sobre este problema. Por otro lado, revisar las leyes locales que castigan al agresor, reparan de alguna manera el daño sufrido y sobre todo previenen futuros abusos. Coloquemos como máxima de la empresa moderna: La vida laboral son experiencias que no solo involucran las carreras profesionales o el desempeño; es sobre todo un espacio social en el que se construye. No te calles si eres la víctima o si alguien de tu entorno lo es.
Oswaldo Toscano, es profesor de Cultura Organizacional y Filosofía de la Ciencia. Coordinador del Diplomado Cultura Organizacional Ágil en la Universidad de las Américas Puebla (México). Articulista de la Revista Forbes (Argentina).
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